Yo comprendo que la lozanía tenga muy buena prensa. Para según qué cosas, está muy bien. ¿Correr escaleras arriba con tacones? Maravilloso. ¿Pasar una noche en blanco y arreglarlo con un buen desayuno? Lo recuerdo con anhelo. ¿Ligarte a quien quieras por tu cara bonita? Ufff… qué perezón… Nada interesante te puede venir de esa clase de tipos… ¿para qué malgastar ese súper poder?
A estas alturas… a las que he escalado con esfuerzo, poniendo consciencia, llorando pérdidas, celebrando aciertos, derribando puertas, creando espacios… a estas alturas de mi vida lo último que me interesa es exponer en el escaparate de mi entorno social que lo que más valoro de mi persona es una cara y un cuerpo acorde con mis años de inexperiencia y etapas vitales pasadas. ¡Estuve bien lo que duré!
Ahora me toca mi momento presente. He perdido densidad de pelo y ganado canas, pero abrigan con mimo a quien guarda mi inteligencia. Mi mirada ahora se enmarca en arrugas de expresión que indican la de veces que me he reído y que perder los papeles por enfadarse, es la mayor de las tonterías. Ahora, la gente con la que me cruzo, ante mi entrecejo, se puede hacer una idea de lo que me gusta concentrarme en algo, analizar y abstraerme para exprimirle todo el jugo. Eso, y que quizá tras mis gafas de sol se escondan unos claros ojos.
Las venas de mis manos y brazos han ganado terreno porque reciben machaconamente lo que bombea mi apasionado corazón. Y si bien mis labios ya no están tan perfilados, no será por no usarlos. Quizá es que sus ganas de fundirse con otros me hayan superado. O quizá hayan entendido que no hay límites entre lo dicho y lo sentido.
No es que uno añoso sea mejor o peor, es que es… diferente. Y eso lo convierte en extraordinario. Cada momento de la vida te ofrece sus particularidades, sus encuentros irrepetibles. Para vivirlos desde la carrera de niño, la cabalgada de joven, la caminata de maduro, el paseíto de sabio. Y así ha de ser. Lamentable me parecen aquellos que siguen corriendo exhaustos de un lado a otro pensando que les va a pillar la hora de cese del patio. Si no hay nadie ya que te toque la campana, eres tú el que tiene el poder y además de congregar a quien quieras.
Cuando, inocentemente, me aconsejan que me haga un rejuvenecimiento facial, me pregunto qué les impide verme… Tampoco me dedico a la interpretación corporal de personajes más jóvenes que yo. En todo caso, tan solo les pongo voces.
¿Para resultar más atractiva? ¿A quién? Dime por favor que no son esas personas que buscan reflejarse en envoltorios o coleccionar trofeos de heridos orgullos… Aviso que mi Tinder estará, en todo caso, en lugares donde el crecimiento personal sea la consigna y la asignatura de amor propio curse notable o excelente y en ningún caso, en estanterías virtuales donde ir a rellenar agujeros emocionales o literales.
Para mis varios oficios, tener mi carnet a la vista en mi físico es una gran ventaja. Sin que tenga que molestarme en enviar especificaciones de mi currículum ¡ya me ponen puntos de más! Curiosamente mi cartera de clientes es de esos que saben lo que buscan y aunque puedan permitirse errores inherentes a la innovación, se les pasaron los juegos de novatadas.
Perder lozanía no destruye las ilusiones, sino que las hace más grandes y brillantes. A veces nos asustamos y deslumbramos… Otras nos orientan hacia lo valioso, no hacia lo costoso. Lo fresco deja paso a lo sabroso. Se caen los excedentes de pintura de chapa, lo que no aporta, lo que no tenía calidad, porque lo esencial permanece y aflora.
¿Quién en su sano juicio se quedaría con mi antigua versión? Vamos pasando pantallas, recogiendo lo sembrado, repartiendo lo recibido, perfeccionando lo aprendido, reteniendo lo aprehendido… Antes no escribía, no cultivaba la paciencia, no toleraba, no escuchaba, no me sabía, no me conocía… Seguramente, no te aguantaría.
Ya me he usado lo suficiente para atinar la puntería y por intuición descifro mi libro de instrucciones. La fuerza se moldea hacia la maña. La pureza se concentra en la esencia. Mi mano ya no se agarra, sustenta. Mis piernas ya no huyen, atraviesan firmes la tormenta.
Mírame, mi rostro contiene toda mi historia. En mi cuerpo está el testigo de mi permanencia. No me reniego, quiero ser ésta. Y ésta fue niña, púber y joven y no me quedo en ninguna, sigo avanzando. Y cada día que me seco un poquito, más me concentro… Es ley de vida, aportarme lo que preciso, despojarme de lo superfluo.
Así que no, no me interesa aparentar lo que fui. No me aporta retroceder. Me gusta cuidarme, hidratarme, mimarme, acicalarme, adornar mi aroma, embellecer mis ganas, sonreír a rabiar, gesticular sin rabia. Paso de rejuvenecimientos faciales. Me sale barato y sano entrenar mi mente, despertar mi curiosidad, utilizar con enfoque cada parte de mi cuerpo y seleccionar a mi gente.
Con el transcurrir del tiempo, mi materia se va quedando en un segundo plano. A la vista de quien sus ojos están preparados, soy y seré eterna, y espero que mi alma sea bella, con independencia de mi edad y de mi apariencia.