¿Para qué tanto?

Jajaja, lo siento, disculpa que me ría, jajaja, ahora te lo cuento, jajaja. Pero es que tan sólo recordar el momento, la circunstancia, el tema, el contexto, las personas, la broma… Hay chascarrillos, que por mucho que los hayas escuchado, comentado y vuelta a escuchar, te siguen haciendo gracia. ¿Humor recurrente? Se ve… como Benny Hill.

El caso es que nos reunimos varios de nuestra calaña (coaches) y alrededores (naturistas, sociólogos, terapeutas y demás gente de mal vivir) para hablar de cosas que interesan al mundo: gestión del cambio. Y acabamos como siempre, hablando de lo que más interesa, hablando de… hablando de sexo, claro está.

Sí, ya puedes hacerte una idea a qué viene el título y a qué viene la broma, pero no por ello deja de ser cierto. Cuentan por ahí (nunca la autoría es nominada en estos momentos) que eso que los hombres suponen, que eso que las mujeres esperan y que eso que a ambos satisface depende de la calidad y no de la cantidad. A ver, a ver… apuntamos las damas ya que los hombres callaban por si entraban en un saco o en otro, tampoco hablamos de esa escasez que se menta en los libros pero no la padece ningún presente, tan sólo hablamos de que lo que cuenta es que se usen los recursos de la mejor manera posible, no de que abunden por ahí sin más causa y resulte que luego estorben por no servir más que para crear stock y colapsar…

¿Tú también te has sonreído? Eso es que eres mujer. ¿Tú lo vas pillando? Eso es que sabes emplearlo.

Broma aparte, quedó como slogan y dos avispadas colegas aprovecharon enseguida para twittearlo. ¡¡Qué grandes son!!

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El caso es que me quedé con la copla (¿para qué tanto?, aunque yo la pronuncié en castizo ¿pa qué tannto?) y como me gusta sacarle punta a las esferas, le vi las mil y una utilidades de esta pregunta. Si de algo nos ha tenido que servir el estallido de la pompa económica, por aquello de que burbuja inmobiliaria se queda en anécdota, ha sido para corroborar lo que una panda de griegos harapientos (¿se llamaban austeros, estoicos, cínicos…?) ya aventuraron: si lo que quieres es la esencia, la felicidad, la verdad, el meollo de la cuestión… ¿para qué tanto?

Lo de caballo grande ande o no ande, son opciones a primer impulso, normalmente se lo tiene que currar más quien a primera vista desluce la tendencia. Y si no, piensa en algunas personas bajitas que conozcas y dime si no les reconoces un encanto que excede de sus dimensiones. Lo mismo se podría decir de algunos productos que en su sencillez y ausencia de exceso de piezas encuentran su punto fuerte (a ver si me escucha el de los Huevos Kinder, por dios).

Aunque también hemos de reconocer que cuando encontramos algo que nos gusta tendemos a acumularlo para que no se acabe (tengo tantos jabones de tocador que podría montar una tienda on line y abastecerme sola durante un tiempo) y que si vamos con hambre a comer seríamos capaces de una sentada de pedirnos toda la carta de entrantes (de ahí el éxito de los bufés)… Pero luego, al cabo de un rato de sensatez, al cabo de un rato de empacho… ¿para qué tanto?

El ansia de cantidad nos nubla el juicio y nos hace presos de decisiones que luego ni siquiera nos satisface, habiendo incluso desechado otras opciones que se esfuerzan en mejorar su resultado jugándosela precisamente por tener menos oportunidades. Y te estarás preguntando: ¿me está hablando de sexo? Pues supongo que depende de lo que carezcas… allí demandarás cantidad.