No te lucho

Todo lo que te hubiera dicho… me lo guardé con miedo. Allá donde se dejan los tesoros olvidados, las colecciones no disfrutadas. Aquello que sí te hubiera anclado a quedarte, se me escurrió entre los dedos. ¡Ay! se iba cayendo por la rendija de mis heridas.

¿Cuándo nuestro precioso reto se convirtió en desencuentro? Quizá no brotó el germen o le faltaba agua… o paciencia.

Eso que tú y yo teníamos… se dio la vuelta en tu brillante pupila y ya no lo veo. Desapareció, como las ganas de fantasear con tu ausencia. Ya no deseo juegos ¡ven con tus defectos! Ahora los aprecio. Los besos que me quedaron, te los coloco uno a uno en mis sueños.

Maldito aquel soplo que agitó tu descanso y vino de retorno una noche de frío helado…

Lo que me hubiera correspondido, lo encuentro en las formas de las nubes, caprichosas y pasajeras. Esa caricia en el hombro de bienvenida, ese abrazo después de una luna en blanco. Un gracias por estar y un reproche de amor desesperado. Lo que no sé, del libro del despecho lo escojo. Se puede destruir tan fácilmente… Me propuse que no supieras, ni escucharas, ni vieras que las torres se caen y que los enteros se componen de mil pedazos. Que se abre una flor porque consume su energía y que si nada me importa es porque tú lo haces.

No te lucho… Con los brazos abatidos acepto el destino.

Pero me enfado ¡y mucho! Y me hiervo, me retuerzo y exploto. Me sale un tímido «te quiero» y te paras.

(—No, no le digas, ¡calla!)

Así no hay manera. La cobardía no ayuda.

(—¡Orgullosa!)

Si supieras que es abismo… No te lucho, así no pierdo. Batalla sabida, resultado incierto. Lo que me tengo miedo es de saber qué hago cuando me olvidan.

(—¡El amor no se mendiga!)

Quien da no mendiga, no quita, ni coge, ni toma. Quien en verdad ama no se lo calla. ¿Y ahora quién se merece qué?

(—Pero yo le he dicho un «te quiero».)

¿Y con eso basta? No tengo remedio, no te lucho…

Pero te diste la vuelta. Me apretaste la mano. Me miraste con lo nuestro en los ojos y tu presencia cesó mi caída. Tu poema de labios terminó este desencuentro. Y si hubiera abierto la ventana se podrían contar las estrellas a plena luz del día. Allí, arriba, donde nos juntamos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *