No me enseñes todo, sé elegante.

Si no sabes definir la elegancia, seguro que sabes distinguirla. Y si tienes dudas, ponte en el lado extremo y sabrás cuánto te alejas. Hablar de política no es elegante. Ponerte sexy  no es elegante ¿quién lo dice? La desnudez no es elegante ¡mentira! Lo que no es elegante es ponerte a vociferar defendiendo a tu partido. Lo que no es elegante es poner de relieve tus partes erógenas como si fueras un mono babuino. Y desde luego, embucharte tres tallas menos para que la carne rebose o se muestre cual charcutería de dudosa higiene, es lo que le resta charme.

Ya ni se cubren...
Ya ni se cubren…

Estamos asistiendo a una época de exhibicionismo corporal que roza los límites entre lo desinhibido, lo cutre porno y lo grotesco. En mujeres y hombres hechos y derechos, oye, que hagan lo que quieran, si me hiere la vista, la aparto. Pero entre la juventud, que siempre es la carne de cañón utilizada, me alarma. No creo ser de dudosa moral rancia, puedo decir que mi pudor es de nivel medio cayendo en picado y que en la época de la pública exposición en el mercado me he puesto de todo…  Aún me atrevería a decir que a mis taitantos me coloco ropa que venden para otras décadas, sin llegar a camuflarme con el paisanaje, pero me tira para atrás la braga-falda y el tanga-pantalón que, of course, combinado con camiseta balconera, hacen las delicias de las adolescentes.

Como toda actitud precisa educación y entrenamiento

No hubo diseñador listillo que no aprovechara ya de antiguo estas rachas de carrozonas aburridas con pasta para ahorrarse telita cara y proclamar que es moda que la ropa interior se ponga por fuera: vestido lencero, short «culero», transparencia sin «parencia» y un sinfín de señales que nos siguen machacando que la mujer cuánto más expuesta para actos de cama, sofás, coches…, más monas van. A mí, a algunas y a esas carrozonas aburridas (las separo de mí por aquello de la pasta, que conste) como que ya nos trae al pairo que nos vean como quiera el personal. Para eso ya nos sabemos que somos nosotras las que elegimos al partenaire (manual o a pilas) y que más bien son los demás los que tendrán que sacar al escaparate su mejor mercancía.

Si hablamos de hombres, estos, tan prácticos ellos, con mostrar la patita (léase tapar calva, meter pancha y lucir reloj) ya se ven suficiente y por eso critican tanto al chavalín esforzado en marcar tableta. ¿Pero no se dan cuenta que al menos intentan igualarse un poco en memez? Nunca nos copiamos las virtudes, ni somos buenas emulando los estragos que la concentración de testosterona ocasiona, ni ellos son buenos en ningunearse teniendo tantos siglos por detrás de protagonismo.

«Me visto para gustarme a mí misma». Ya, claro, y esa raja trasera de la falda imposible de seguir hacia el infinito es que te la has visto girando la cabeza como la niña del exorcista. Por no hablar de la sencillez de ese top súper push que comprime la costilla número 16 para hacerte la vida más cómoda ¿verdad? Quien piense a estas alturas que todo, y digo todo, absolutamente todo lo que nos ponemos no comunica a los demás lo que somos y nuestras intenciones, que pase por caja, por favor…

El sólo hecho de escoger una prenda en la tienda ya es indicativo de cómo nos sentimos, qué queremos aparentar y qué en realidad estamos comprando: sexo, admiración, confianza, prestigio… Y cuando no somos elegantes en realidad es porque proclamamos que a toda costa estamos dispuestos a lo que sea porque nuestro mensaje llegue. Es como mostrarse desesperado: andaaa, liga conmigo; admira mi cuerpo al menos, que no me valoro lo demás; sométete ante mi poder adquisitivo y aparta; quiero ser invisible; ¿no te da envidia mi falta de vergüenza y transgresión? es que mi papá no me dejó de peque; por si acaso no he estado acertado, quiero dejarte claro  que el que tiene buen gusto soy yo y este Dior, este Bulgari y todo este arsenal, te lo indica…

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Cierto es, como muchas otras cosas, que hay gente que lo trae consigo de cuna, pero eso no quiere decir que no pueda «aprehenderse», tan sólo querer es un paso, reconocer sus ventajas casi el viaje y no dejarse influir arrastrar por la moda, el summum. Porque eso me daría tema para otro post: la moda. La moda por la «comida basura», la ropa «sport», el viaje «low cost», la cultura «de calle», la música «electrónica», la filosofía «barata»… Pero tenía que no ser excesiva enseñando todo en mi exposición para aparentar elegancia ;·)