No hay más que la conquista

Cada vez que algo termina, al revés de la página se revela la moraleja. En el momento que dejas de conquistar, te ha vencido un poquito la muerte. Y esta tomará, tarde o temprano, posesión de su cargo por tu exclusivo mandato. Llenará de quietud donde hubo ruido de risas y movimientos de caricias. Apagará con manto gris, el color de la alegría.

Y hay desamor y desencanto porque nos rendimos, dejamos de conquistar. Conquistar es poner en acción a una hermosa intención previa. Conquistar es cuidar con máxima atención el presente para que haya más de un solo día. Conquistar es dar valor a lo que aprecias por saber que cada persona es un regalo que viene a traernos el mayor tesoro: una experiencia de aprendizaje dedicada en exclusiva a nosotros.

Cuando nos enfocamos, nos damos y cuando invertimos, estamos conquistando. Es tan obvio, que toda pareja de amantes rememora una y otra vez esos momentos para inspirarse en el día a día. Evocar ese tiempo de inevitable conquista nos guía como faro claro en noches sombrías.

Cuando nace desde lo más dentro, esa conquista no tiene fin de caza, ni trofeo. Esa conquista es la siembra que ilusiona, que ve como más tarde se cosecha la madera que arderá en la hoguera. La misma que calentará el alimento que mutuamente nos daremos en abrazos y besos.

En ese tiempo de conquista mutua, los corazones solo anhelan entregar lo que tienen y fundir en el fuego de sus pasiones, los restos de hierro o hielo que se encuentren al paso. Y mirarse… y contemplarse… en el mejor espejo, en el rostro del otro, que devuelve nuestra imagen más hermosa y valiente.

Porque conquistar es pelear continuamente una batalla interna, entre los miedos y la esperanza. Conquistar es comprometerse en no perder al primer o centésimo obstáculo, si es que la certeza impera. La conquista es con uno mismo y todo soldado lo sabe y aún así, pelea.

Cuando la conquista es evidente pone a los amantes rendidos a los pies mutuos para andar acompasados en un tramo del camino de la vida. Hay veces que se ha cumplido un pacto no dicho. Y otras… otras se nos olvida…

Y miramos a otro lado… y guardamos lo que somos… y amasamos otros sueños… y anhelamos en silencio y bien callados. Nuestras citas en el campo de batalla se han quedado plantadas, esperando que pase algo ¡lo que sea! y que alguno acuda.

No hay necesarias fricciones, ni dulces rendiciones, ni serenos avances. Nadie se asoma al espectáculo de la amorosa contienda. La calma no se muestra apetecible, sabe a derrota, como un consabido guión carente de magia. Simplemente no hay conquista.

Replegar las armas, hacer recuento de las heridas… Agradecer lo vivido, sacar brillo a tu alma. Aprender que en un beso compartiste un instante eterno y que toda la guerra era solo tuya.

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