No hables si no lo has vivido

Leí un artículo «Las mentiras sobre el branding personal» escrito por Guillem Recolons en Soymimarca el pasado marzo, que me dejó meditando acerca de un tema del que se exige con ahínco en algunas profesiones y en otras parece de lo más normal que no se pueda exigir. Este artículo trataba sobre los profesionales del branding personal, aquellos que se dedican a enseñar, guiar, formar o diseñar para otros sus marcas personales, y paradójicamente carecían de una buena marca o visibilidad de la misma. Sin entrar a discutir lo que el artículo ahondaba sobre si se confundía marca con resultados visibles, lo que me llamaba la atención es que se dé por supuesto que para enseñar algo tienes que ser un experto en el sentido de haberlo experimentado en tus carnes.

Desde el punto de vista de la formación, parece que ciertamente la experiencia sea un grado de acercamiento hacia la técnica, proceso, modelo, situación o actividad que pretendas mostrar al alumno, mas… ¿esto es así siempre? ¡Por supuesto! afirman los defensores de las cosas categóricas. ¿Cómo sino se gana uno la legitimidad?

Infinidad de autores, profesionales y gurús inciden constantemente en este aspecto y en cierta medida, hasta parece lógico. ¿Cómo me va a enseñar bien alguien que nunca alcanzó ser el rey del branding, del coaching, del management, de la oratoria, de la arquitectura, de las finanzas, de…? Claro, y aquí es dónde se me desmontan los esquemas: ¿Cómo va a curar un buen médico si antes no fue paciente? ¿Cómo va a tratar el dolor si no padeció de crónicos, agudos, intermitentes…? ¿Cómo no saberlo y poder ayudar? Esos profesionales cuyas vocaciones entran en los cánones aceptados sí pueden enseñar, escribir libros para ayudar a otros, guiar con su conocimiento y estudio, pero los demás… Que no se le ocurra a un experto en branding personal, a un coach, o a un formador de líderes o artistas, no haber triunfado antes en su campo. Im-per-do-na-ble.

Quizá puedan aportar otras cosas, quizá son buenos para los demás y no para sí mismos. Eso me recuerda una anécdota de una magnífica vendedora de lo ajeno, pero ciertamente torpe para venderse a sí misma como profesional, aunque yo la haya visto con mis propios ojos «vender gafas de sol a un ciego». Entonces ¿dónde reside el criterio? ¿por qué unas profesiones sí y otras no?

Existe también otro parámetro que, a mi modo de ver, arroja luz y es que los buenos «hacedores» no son siempre buenos «maestros». Ejemplos hay muchos, pues que se reúna en la misma persona este doble perfil no suele ser frecuente. ¿Y no puede ocurrir a la inversa? Sí, siempre que no te dediques al branding personal, al coaching, al management…

Con esto tampoco quiero decir que quepa todo, que sin haberte remangado la camisa puedas amasar a fondo, pero ciertamente el oficio de enseñar, asesorar o guiar a otro ha cambiado tanto, que casi me atrevo a decir que quien defiende que sólo los que han pasado por ello son los capaces de hacer saltar esa chispa que enciende el motor interno de otra persona, son los que más limitan el camino a meta.

Cuando tomamos modelos propios, cuando partimos de nuestra experiencia o ejemplo personal, privamos al cliente de esa fase de descubrimiento de lo desconocido, de la innovación, de ese intento frustrado y dado por no aceptable, de aquello que no nos atrevimos y pensamos que los demás no pueden o no lograrán. Exigir que el que muestre y hable lo haya vivido antes, entiendo que supone un reclamo hacia la figura del mentoring, porque sino, no tendría sentido esa exigencia.

El mentoring está bien para reproducir modelos, es correcto para asesorar conforme manuales probados, pero no debe limitar otras formas de enseñar o guiar a los demás. Y aquí es dónde os cuento un secreto por el que me atrapó el coaching: no tienes que saber de la materia, ni tan siquiera conocer el modelo de negocio de tu cliente, eres el instrumento para que se desarrolle partiendo de su estado presente hacia el que diseñe para su futuro. Pero claro, hoy día quien «no aporta soluciones» no es un buen profesional.

Me parece a mí que «aportar soluciones» es más amplio que la literalidad de la frase y quizá por ello, haya profesiones como el branding personal, el coaching, la formación en liderazgo o el desarrollo del talento, entre otras, que sigan viéndose con escepticismo y exigiendo que no se salgan de los cauces marcados. Dime lo que tengo que hacer, nos suelen reclamar los clientes, no me hagas pensar, apórtame soluciones. Eso es más fácil ¿verdad?

También lo entiendo: ¿Cómo detectar el buen gusto y diseño? pues miro la etiqueta y la marca y me quedo tranquilo. ¿Cómo detectar a un buen profesional? pues miro su trayectoria de… Y entonces me encuentro envuelta en la otra cuestión del artículo de partida: ¿buen profesional es aquél que ha obtenido resultados o el que los ha hecho visibles?

Conclusión: ante la duda, que sólo hable el que lo haya vivido. Menos mal que a los escritores nos disculpan…