Me has decepcionado

Pocas frases tan elocuentes define a quien la dispara: Me has decepcionado.

Por cada un «me has decepcionado» en verdad hay que escuchar: «Yo tenía unas expectativas sobre ti y no te has comportado conforme a ellas y por eso estoy frustrado y además me permito echártelo en cara, que para eso eran mis expectativas«. ¿No es maravilloso? Estar en los planes de los demás como si fueras el protagonista de una aventura de Indiana Jones sin haber redactado el guión e improvisando a cada momento porque ni siquiera te lo han leído. Así, cual personajillo que uno diseña por azar un día de intensa lluvia en el sofá al que le vas poniendo pruebas que superar para tu gozoso deleite.

El despropósito está servido: A ver, Manolita, tira por delante de la calle que luego voy yo y te digo si tu caminar fue acertado y te llevó a la panadería a comprar el bollito de crema que tanto me gusta. ¿Qué? ¿Que no has ido? ¿No se te ha ocurrido? ¿Te has desviado de mis deseos? ¡Puf, qué decepción! Corre a ver si se te atraganta la palmera de chocolate de la tienda de al lado…

No sé si a ti te pasa, pero ando tan atareada en el quehacer diario y semanal de mi vida, que con cumplir mis propias expectativas, me sobra, basta, y hasta reparto, delego y dono. Y digo yo que si igual a estos profesionales de tirar planos en casas ajenas les expreso mis metas, quizá ayuden, ya que parece que tienen tiempo para diseñar la vida ideal de los demás. ¡Ah! ¿que ya lo probaste tú y no te prestaron atención? No había caído en ello… Parece que entre los dicentes del «me has decepcionado» acusan dolencias tales como la sordera, ceguera y mudez provocada por la permanente postura encorvada y retorcida de mirarse continuamente su ombligo.

Y así, claro, yo también juzgo: no te comportaste como, no me hiciste, no me dijiste, no me, no me. Y ahora tienes que cumplir condena porque mi propio TRIBUNAL (Torpeza, Rencor, Ira, B… ) te ha sentenciado sin haber tenido en cuenta tu defensa por ese delito que figura entre mi personal, secreto, ideado y único Código Penal.

Cierto es que todos sufrimos de esos males de vez en cuando, pero hay grados y grados. Vivimos en un mundo incierto y conforme nuestra tendencia a sentirnos seguros, presuponemos en los demás una serie de conductas y hechos que se rigen por nuestros deseos, intereses y motivaciones, mas ¡ay! nos olvidamos de que los demás tienen derecho a tener los suyos propios y lo más terrible, los reales y no como los súper guays que hemos imaginado para ellos y que casualmente nos convienen como anillo al bolsillo.

Aceptar a las personas con deseos, intereses y motivaciones diferentes a los nuestros e intentar encontrar escenarios comunes sería lo correcto para mantener relaciones constructivas. Que no se comporten conforme esperamos no los hace malos, peligrosos o ingratos, tan sólo nos convierte a nosotros mismos en intolerantes y rígidos juzgadores bajo prismas made in yo.

Pero parece que en este mundo de la decepción aún caben figuras más rocambolescas, el «ni siquiera me has decepcionado». Este guión es para un Óscar ¿eh? pocos llegan a tal altura. A ese «tu actuar deja tanto que desear para mí, que ni espero enmienda ni acto que me satisfaga«, les felicito por su vuelta de tuerca. Estos son los típicos papeles de secundario que se les conceden a los actores de reparto que han de morir, sí o sí, a lo largo de la película. Son esos perfiles que asignas a quien abulta en tu existencia, pero que sabes que no le das bola; aunque tampoco los vas a dejar indemnes y perder ocasión de disfrute. Ya de paso que se lleven un regalito a casa, que se queden ahí bobos buscando en tu plano dónde ubicar ese estrecho pasillo que les has dibujado…

Pero sí, supongo que ya te vas dando cuenta que la mayor tragicomedia que acontece en todo estos «me has decepcionado» es que quien lo emite pide a gritos depender de los demás. No puede, no quiere, no asume, ¡ni se lo plantea! que su felicidad y satisfacción en la vida dependa de ellos mismos y no de lo que los demás le van construyendo a su alrededor y más si se tiene a bien o mal coincidir lo imaginado por ellos con lo real de la vida misma. Tampoco alcanzan a discernir que su libertad termina donde comienza la de los demás y que en el extenso pasto del mundo se van a encontrar con personas que viven sus propias expectativas y no complaciendo las suyas. Su plantel de actores será muy restringido o limitado de miras. Se avisa…

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