Me desnudas

Y cuanto más te siento, más liviana me dejas los pies. Cuando así me cedo, me llevas… me levantas el alma.

Cuando en verdad te admiro de arriba abajo, se me caen las corazas cual resorte mágico. Vuela mi ropa, mi personaje y mis meditados planes.

¡Insensata! me gritan mis aliadas. Luego nos lloras. Pero tú no aprendes, no te guardas. Y mira que te lo hemos dicho. Para vivir en el mundo de los «protegidos» no se puede salir así a la calle. Aparenta y haz como que no.

Cuanto más callada estoy acerca de mí, más insincera me muestro. Cuanto más arropada con mi manto de razones, comodidades e imposibilidades, más descarnada estoy.

Pero estar frente a ti… me desmaquilla. Me dejo confiar en mi interior. Hasta mi piel de gallina se convierte en terciopelo. Mis rebeldes ondas se amoldan sumisas al respirar. Mi sangre se detiene y tan solo late por la inercia de no dejarme fría en ese instante.

Y tu enigmática palabra penetra en mis muros de cordura. Se salta las barreras y te indica que puedes continuar. Ni te percatas de que tus contradicciones me impedirán engañarme y luego tú querrás seguir jugando… Pese a tu incierto caminar, mi corazón habla lo que mis labios desearían callar.

No puedo siempre mantenerte la mirada, me hundo allí…

No se me ocurre con qué distraer a mi kamikaze actitud de no importarme morir. Y me desnudo. Me desnudo ante ti.

No oculto lo que experimento, aunque te ahorre mis pueriles sueños. No eres tú, ya comprendí que imaginar y esperar no es amar. Pero confesar que me parecías grande, certero y seguro ante mí y que conocerte también pequeño, errado y confuso… y que todo es valioso y bienvenido, sí es amar.

A mí me encantaría convencerme de que siendo yo… Todavía ando averiguando quién soy. Y más aún me encantaría que estuvieras convencido de… aún siendo yo.

Intuyo que me voy a venir abajo y antes de que sea notorio, me destapo. Y te cuento de lo que me embarga y de lo que se me escurre de las manos. Y mientras mi orgullo desciende por mi espalda, mi valentía se desciñe de mi cintura y se desploma mi más profundo y largo miedo a perderme si te pierdo, me descubro entregada y desnuda.

Tonta de mí pensaba que esto era ceder el control… Nunca vi a nadie que supiera qué hacer con el amor que recibe.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *