Los grupos sexuados

Esto de ser mujer en estos tiempos de total desconcierto, de ligeras revanchas y de corrección política, conlleva grandes ventajas. Que luego no sé muy bien para qué sirven ni con qué canjearlas, pero bueno, una mete en el bolso el lip gloss, las facturas de la luz y las ventajas.

Me invitaron a un evento desde, por y para mujeres: WOMENALIA. Es una Organización sin ánimo de lucro cuya filosofía y motivación última es empoderar a las mujeres a conseguir sus metas profesionales y laborales. Empoderar… ¡qué bonita palabra! También se lleva autoliderar. Sin olvidar los a veces confusos capacitar, desarrollar, iluminar o yoizarse. A mí me va este término de empoderar, lo vinculo con la cultura romana tan dada a la conquista, a los emperadores, a los acueductos y a la potestas.

Una de las ponentes fue una extraordinaria mujer que se ha rehecho personal y profesionalmente con «esas manitas y sus abalorios». Nos contó en primera persona una historia real y emotiva de esas de pactos entre mujeres para hacer negocios de sucesión empresarial, que se atreven a tocar el botón del play de películas no aptas para féminas. Y lo hacen, e inspiran, y refuerzan a otras que sí se puede. No siempre como una quiere, no siempre con los resultados esperados, pero que al intentarlo, se consiguen cosas que agrandan la pelota de la presencia femenina.

Lógico era que a simple vista de pájaro entre los asistentes resaltaran las estadísticas sobre otros aspectos: acudieron dos hombres. Creo que es de las primeras veces que dicho hito luego no trascendió, ni se le dio más pábulo, ni importancia. Había dos hombres y punto. De hecho, la conductora del evento y todas las demás intervinientes continuaron usando el plural femenino, transgrediendo la norma lingüística que tanto se pelea hoy día. Que la Real Academia nos tenga confesadas… Todavía cuando salgo a la calle miro arriba al cielo esperando recibir el castigo por tremenda afrenta.

De esas casualidades que me acontecen, uno de esos hombres era conocido mío y para más inri, somos conocidos de eventos de networking mixtos. Pues… ¿se les ocurre qué pasaría si los hombres hicieran esto mismo que Womenalia? ¿Menalio o algo parecido? Sí, ya sé que vienen haciéndolo siglos, pero en la Europa actual no pueden hacerlo con este descaro y ser aplaudidos por tal hazaña. A la par que no llevarse el Nobel al sarcasmo. Así que por ello comencé este escrito hablando de ventajas que una mete en el bolso…

El caso es que él sí sacó el tema enseguida. Y adoro esa sinceridad e inocencia masculina que acompaña la libertad de comentar que, efectivamente, se había sentido extraño en un ambiente casi exclusivo de mujeres y que ahora comprendía cómo puede sentirse una mujer en ámbitos donde esa imagen de minoría (que roza la unidad a veces) es continua. Claro que entendí su incomodidad, ese sentirse un invitado de diferente categoría, esa sensación de que te dejan sentarte mas no poseer la silla. Una de las presentes, cuya profesión es desarrolladora de programas informáticos, precisamente momentos antes explicaba que se apuntaba a este tipo de eventos de mujeres con tremenda ilusión, pues en reuniones, negociaciones y demás congregaciones de su profesión estaba cansada de ser la única mujer. Mi hija, única chica de ambas familias en su generación, me decía lo mismo cuando íbamos a un parque infantil y se le salían los ojos detrás de las niñas, dejando plantados a sus primos en los juegos.

Me resultó tierno el comentario de mi conocido. Me recordaba a mis tiempos iniciales en el mundo laboral. Y más cuando se aferraba a mantener la conversación conmigo en el momento del break planteado para relacionarte con gente precisamente desconocida. Era todo tan parejo… Se notaba su fuera de lugar. Entonces, yendo más allá, me dice que él por su profesión está acostumbrado a dar charlas donde la mayoría han sido mujeres, pero que desde el otro lado… Y lo seguía entendiendo y compadeciendo su angostura.

Sinceramente, no me parece que este tipo de encuentros enfocados a solo un género sean tan beneficiosos. Ahondar en las diferencias, no hace más que reforzarlas. Hablar de construcción social en igualdad y que solo acuda una clase por curso… Por suerte o por necesidad, estas emociones y sentimientos que comentaba mi estimado colega, me los curré. O mantenía ese perpetuo estado sacando brillo a mi escudo y lanza, o aprovechaba estas ocasiones para influir en mi pequeño entorno. No me intimida estar entre personas, ya sean hombres, mujeres, adolescentes, o sabios senior. Y ser capaz de demostrarlo, de normalizarlo, de hacer sin justificar, de estar sin pedir permisos, es el arma más poderosa. No se me ocurre ahora otro mejor ejercicio de empoderamiento.

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