Los detalles que conforman el todo

Un día te levantas y cuando vas al escritorio, te encuentras una nota… Parece algo tonto, acabas de hablar con esa persona, te despides para que tenga un buen día. Parece que no hace falta… Y sí. Te alegra sentarte para encarar las cosas de otra manera. Con lo poco que cuesta y las grandes consecuencias que genera, no deberíamos guardarnos ni dosificar las muestras de amor. Siempre que no sea forzado, respondido desde una exigencia, nuestros pequeños reales y sinceros gestos impactan en el otro como fuertes abrazos que pegan pequeñas fisuras de disgustos y sinsabores.

Me acuerdo, porque me lo han recordado mis hijos años después y varias veces, cómo les alegraba encontrar mis notas en sus estuches o libretas de clase tras una reunión escolar o una cita con sus tutores. Siempre preguntaba dónde estaban sentados, me iba a su pupitre y les escribía un corazón o una sonrisa con una palabra de cariño.

Para aquellos que piensen que si se repiten los detalles, pierden se efecto, diré que van generando otros. Pues ciertamente, la primera vez les sorprendió gratamente, la segunda también, aunque menos, pero fue igualmente bien recibido y empezó a sentar un precedente. La tercera la esperaban ansiosos a la mañana siguiente cuando sabían que había estado con sus profes. Me preguntaban si les había dejado una nota y yo no les contaba nada para mantener su ilusión y juego. No siempre pude, porque nos reunimos en otra clase o porque alguna fue tensa por el tema a tratar y no iba a estar atenta a ello, de ahí que hable de acto sincero. Pero lo que sí cuenta y quedó en sus recuerdos, es que ese día cuando llegaban al colegio tenía la certeza de que en ese preciso instante se sentirían amados y pensados por su madre y eso para un niño es muchísimo.

Pero es que eso mismo nos gusta sentir de nuestros amigos. Un mensaje, un audio, una foto de recuerdo, una canción compartida, un artículo que ambos entendemos… Y con un compañero de trabajo. Una palabra de ánimo, un saludo de buenos días, un deseo de merecido descanso, una felicitación de éxito. Y por supuesto, de esa persona con la que compartimos nuestros más íntimos sueños y caricias. Y aún siempre, respeta su respuesta, estate atento al momento y ocasión, a la manera e intensidad.

No esperes a que llegue un día especial, puede que no llegue o ese sea el del recuerdo. No te reprimas en tus sentimientos, no reparten premios a los más estreñidos. No esperes a que el otro dé el primer paso, enseña con tu acción cuál es el andar que quieres compartir. Al fin y al cabo, los detalles son los que dan forma a nuestro mundo interior y este se expresa en grande y también en poquitos.

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