Lo que no hay que hacer

Se aprende tanto de lo que hay que hacer como de lo que no. Te deja mucho más solucionado el tema si te indican el camino que si te eliminan el incorrecto, eso es cierto, pero también  te entrena en creatividad. Vale, ya sé lo que no hay que hacer, pero ¿cómo hago entonces para…? En ese «entonces» tienes que pensar, indagar, descubrir, informarte, practicar, fallar, etc.

Siempre me han gustado las respuestas a medio crear. Igual es por mi tendencia a la cabezonería y autosuficiencia por encontrar yo las cosas y que no me las den, pero el caso es que sí aprecio que me lo digan para luego hacer oídos sordos. Sin embargo merece la pena con tan sólo dos «no hay que hacer esto» a los que escuché. Con el tiempo una se resigna a dejar de perder el tiempo… tanto.

Así que como profesora, facilitadora, mentora, formadora (la amplitud de vocablos es para que cada uno escoja la que más rabia le de) en comunicación y en este caso concreto, en comunicación para hablar en público, las mejores enseñanzas que doy es lo que uno no debe hacer, salvo que les guste dar rodeos, vueltas y trompicones alrededor de la solución. Que conste que los alumnos que lo hacen tienen mi admiración como seguidores del método «ensayo y error», pero lo que es en efectividad… no en demasía.

Como no suelo ser profe al uso que saca su único libro y metro común para que «entren» por dicho embudo mis preciados asistentes, primero les testeo para hacerme una idea de todo lo que no hay que hacer y hacen. La casuística es tan variada como matices de colores tienen sus ojos, en consecuencia voy a obviar lo más destacado de no saludar, no sonreír, dar la espalda al público, no mirar al ruedo, no tomar posición de tu sitio, no ajustarse al público, generar estrés porque estás estresado, etc, etc y etc.

Llego incluso en esas primeras horas de clase a pasar por alto la posición de las manos que se elevan al cuadrado o se multiplican por cero, los bailes de claqué de lado a lado o de arriba abajo, las lecturas a las sempiternas pantallas salvadoras (estoy por crear la Plataforma de ayuda a los oradores: «Muerte al Puñetero Point») y los perfectos políticos en tiempos de crisis que llamo yo: los que hablan mucho para no decir nada. Venga, vamos a hacer un esfuerzo y vayamos a la esencia de lo que no hay que hacer en todos los casos y que sirve para la gran generalidad de hombres y mujeres en todas las actividades de su vida:

-No conocerse a uno mismo.

-No quererse a uno mismo.

-No conocer al género humano.

-No querer al género humano.

Te prometo que todos y cada uno de los grandes errores de hablar en público se pueden reconducir a una de estas cuatro causas. Escribir lo que acabo de poner me ha llevado el mismo tiempo que dar dos tragos de limonada, pero llegar a pensarlo… eso me ha llevado más tiempo. No siempre el transcurso del tiempo es señal de conocimiento, experiencia, contraste y valía, aunque en este caso sí.

Me di cuenta además que estas cuatro causas las podía poner en positivo y dar pistas sobre lo que uno ha de hacer antes de enfrentarse a un público, aunque sea muy reducido, tan reducido como sólo un interlocutor:

Conócete a ti mismo. Tus valías, fortalezas, mejoras, limitaciones, potenciales, talentos, defectos, valores añadidos, vicios. Cuando uno habla en público en verdad lo que hace es exponerse y desde la ropa escogida para la ocasión hasta la actitud ante la vida se puede mostrar en escasos 5 minutos. Si quieres seguir inspirando ternura entre algunos de los asistentes, sigue con tu ensayo y error de no conocerte. Ése es tu público, campeón, no los decepciones.

Sé tú mismo y quiérete. Si no tuviste abuela, cómprate una que haga las veces. Mira que me he sentado lejos a veces en un auditorio y sin gafas, y aún así avisté la baja estima del ponente con un par de vistacillos y un par de frasecillas. Tanto los que se cuelan entre las rendijas de la tarima del escenario como los que pretenden sobrevolar nuestras cabezas, se les pilla enseguida. Cuánto más se ocultan, menos se quieren. Ya sea tras frases brillantes de otros o discursos propios engolados, quien con más ahínco quiere parecer exitoso, es quien menos en estima se tiene.

Estudia a tu especie. Todavía a estas alturas hay quien anda despistadillo acerca de lo que a las personas nos gusta y somos capaces. Adoro a esos que no pierden la utopía y la confianza en las personas pues ellos están llamados a cambiar el mundo. Son aquellos que hacen los discursos del futuro para gentes del futuro: esos de más de 30 minutos en monólogo, con frases complejas y sin pausas para interiorizarlo. Son también los que te dicen mil cosas porque tienen fe ciega en tu infinita capacidad de retención y paciencia. O aquellos que prescinden de nuestra parte emocional para así no emocionarse ellos. Los adoro, unos incomprendidos.

Deja tu ego en casa. Los que desoyeron tan severo consejo parece que cometen los mismos errores que los anteriores, pero no, estos lo hacen aposta porque en verdad les da igual que te hagan perder el tiempo, ellos han ido a lucirse, a hablar de su libro y punto. Te han usado. Si además te has dado cuenta y te han hecho sentir así, aquí abro una gran excepción para decir que podrían volverse unos buenos comunicadores si ésta también hubiera sido su intención y han conseguido objetivo: usarte. Si no te has dado cuenta, erraron la clase, en vez de comunicación asistieron a manipulación.

Venga, dime algo que se te ocurra como ejemplo para no hacer o para hacer y lo metemos en alguna de esas casillas.

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