Liderazgo y empoderamiento

Hoy voy a hablar de dos términos maltratados, a mi parecer, sin lógica ni razón. Me imagino que igual que a mí cuando me da por opinar o citar, pues otra cosa no puedo hacer, acerca de la física cuántica y me escucha algún científico de esta rama. Y ya cuando dicen que les «revienta»… No sé, es como si alguien dijera que le molesta el aire para respirar… ¿podemos eliminarlo? ¿Por qué todo el mundo habla de aire cuando respiramos? ¡Qué cansino, verdad!

Cuando me toca formación en empresa o colectivos, evito pronunciar estos dos términos (liderazgo o empoderamiento), aunque no haga otra cosa que hablar de ellos. Hasta que los tengo ya entregados al momento y ¡zasca!, los saco del escondite y nos lo pasamos en grande desgranando todo el regalo que nos ofrecen estos dos términos, que no son más que precisos resúmenes de múltiples circunloquios.

Si te gustan las series de intriga, de guerra, de comedia, románticas, de política… Todas hablan de lo mismo, del nivel de conciencia y de la capacidad para influir sobre los demás. Sí, verás que enseguida reconocerás al mentiroso, al cobarde, al sometido, al aprovechado, al furioso, al amable, al bondadoso. Por no hablar en términos más extremos o crísticos: la víctima, el verdugo, el bueno, el malo, el culpable, el inocente; que no hacen más que poner de relieve el proceso vital del guionista y su equipo.

Si lo tuyo son las películas de deportes, de superhéroes, de descubrimientos, de imperios, de negocios… En realidad todas tratan de lo mismo. De los «looser», de los vencedores, de los que se superaron, de los que contaron con amigos y aliados, de los que arriesgaron, de vengadores, de los que lloraron en un rincón, de los que dieron ejemplo, de los que dan grima… Pues eso: liderazgo y empoderamiento. De cómo se relacionan las personas y de la autoestima que se tienen.

¿Cómo luego hay quien dice que eso son pamplinas y palabras huecas? El empoderamiento va del desarrollo individual de las personas y el liderazgo del desarrollo colectivo o social. Todo nuestro puñetero mundo se circunscribe a YO y YO+LOS DEMÁS.

Así que cuando escuches la palabra empoderar puedes cambiarla por sinónimos o descripciones: amor propio, gestión del ego, madurar, crecimiento personal o proceso que lleva a una persona a descubrir quién es, cómo funciona y cómo puede fortalecerse con solidez ni artificios para no dañarse, no dañar a los demás y poner los límites que impiden que los demás nos dañen.

También puedes cambiar liderazgo por habilidad de convivir con nuestro entorno de una manera amorosa, amable y constructiva para hacer de este mundo presente, un mundo mejor; poniendo foco y esfuerzo en servir a los demás con actitud de sumar, eliminando las propias necesidades infantiles de ser aprobado o reconocido, que hace que utilices a las personas cual objetos, para pasar a tratarlos como seres dignos del mismo amor que te das a ti mismo.

¡Ya está! Si te da rabia o te resultan cansinas, si te dan dentera, o te produce risa, aparte de mirarte por qué esas palabras te resuenan, ya sabes que puedes cambiarlas, aunque estés hablando de lo mismo. Si no te gusta «agua», llámala «H2O», aunque el resto de los mortales sabrá que hablas del elemento insípido, inodoro e incoloro que puede presentarse en estado líquido, gaseoso o sólido.

Además, no contenta con quedarme ahí, me gusta observar como la sociedad trata el liderazgo con hombres y el empoderamiento con mujeres. ¿De verdad no te habías dado cuenta? Y es que parece que lo más «natural y apropiado» sea hablar con hombres de liderazgo y de empoderamiento con mujeres. Esto tiene una razón de ser que no es casual ni obedece a modas. Este diferente tratamiento se debe a cómo de diferente manera desarrollamos el ego los hombres y las mujeres.

Llega un momento vital en que las mujeres han de dejar de estar tan pendientes del entorno y centrarse en ellas, empoderarse. Esto supone hacer un esfuerzo para mirarse el ombligo y frenar la tendencia de diluirse en su entorno buscando aprobaciones varias. Con diluirse en el entorno me refiero a hijos, círculos sociales, familia, pareja y todas las necesidades ajenas que no sea atender las propias, incluido el tratamiento de su imagen siguiendo pautas marcadas y no las suyas propias.

En los hombres, sin embargo, el esfuerzo voluntario ha de ser el de levantar la vista de su centrado objetivo para potenciar la empatía y apreciar así las sutiles señales que se producen en su entorno y conectar con éste, o sea, gestionar su liderazgo. Convertirse en el medio para que las cosas sucedan sin imposiciones, ni direcciones, ni dependencias, tan solo ser el catalizador y no el motor y el chasis y el camino y el destino. Dejar por momentos de buscar soluciones y dejarse impregnar por el ambiente. Y ser parte del ambiente. Y disfrutar del ambiente sin hallar razones, tan solo sensaciones, emociones.

De manera, que con esta expuesta diferencia en la forma de abordar las virtudes y carencias de cada género, no debe extrañarnos que los hombres demanden más las habilidades interpersonales (liderazgo) y las mujeres las habilidades intrapersonales (empoderamiento).

Lógicamente, el término liderazgo lleva más tiempo entre nosotros y está más integrado. Como sociedad, nos causa hartazgo su uso repetitivo, pero no pierde fuerza, sobre todo porque se usa en círculos profesionales o se asocia con el éxito. Sin embargo, el término empoderamiento produce burla, rechazo y se asocia a otras palabras, como por ejemplo, femenino, y eso, como el color rosa, se vincula al sensiblerío o temas menores, intrascendentes, poco relevantes. Bueno, insisto, que se lo hagan mirar a aquellos que el empoderamiento, y sobre todo el empoderamiento femenino, les causa cosquillas o picores.

Pues bien, aviso a navegantes, no puede liderarse ninguna relación con el otro que no provenga de un buen trabajo de introspección y autoestima. ¿Qué mayor ausencia de ésta se observa en quien necesita de la intimidación de despojar de alimento a otro para hacer que dé lo mejor de sí mismo para completar una tarea? ¿Y de quién requiere que le den la razón para poder estar sosegado o contento? ¿Qué trastorno no demuestra aquél que no se percata de que causa temor o compasión y no admiración como pretende?

Ojo, tampoco puede reclamarse nada de fuera que no esté antes dentro. ¿Maltrato? Averigua dónde lo haces contigo. ¿Infidelidad? En qué momento traicionaste tus valores y deseos. ¿Egoísmo? Nadie puede atender generosamente a otro si está constantemente lamiendo su heridita y reclamando tiritas. ¿Ceguera o sordera? Descubramos dónde desaparecimos y enterramos nuestra voz. ¿Injusticia? Mal vamos si dependemos de que otros nos den, repartan o ajusten nuestras cuentas.

Gracias y a pesar de cuantas veces repitamos estos términos, la idea que subyace subsistirá y si anda en boca de todos será por… Porque no lo hemos superado. Porque somos unos ignorantes de nosotros mismos. Porque seguimos creyéndonos niñitos resignados a esperar que «alguien» (mamá, papá, sociedad, Dios) venga a casita a reconfortarnos. Si tienes que demostrar que eres fuerte, es que no lo eres: ningún lobo se preocupa por lo que de él piensen los corderos… Si has de reclamar tu lugar o puesto, es que no lo has tomado y estás pidiendo autorización.

Que conste que a mí me gusta renombrar viejos conceptos, e incluso ya me he acostumbrado al uso de eufemismos para no exaltar a los ofendiditos de profesión, pero también sé apreciar la genialidad de que una sola palabra contenga toda una filosofía de vida. Llámalo como quieras, pero no dejes de empoderarte ni de liderar tu vida, es un proceso constante que marcará la diferencia con los que se quedan rabiosos o burlones.

2 comments

  1. En mi humilde opinión, liberazgo es concepto opuesto a emparedado.

  2. Laura Segovia

    Sííí, ¡antípodos! :-)))

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *