Las bóvedas de cemento de la mujer

Mira que me gusta poco teorizar sobre lo que otros ya han sacado hasta el merchandaising del master con título oficial… Me gusta poco, en verdad lo que me gusta es mucho. Y más que teorizar, encuentro excesivo placer en cuestionar las reglas del juego establecido. A mí me parece que sólo así avanzamos.

Ayer participé en Focus Pyme y Emprendimiento Comunidad Valenciana 2016, (un evento público con fines de ayuda a este colectivo) de la mano de unas profesionales que se están orientando en el empoderamiento de las mujeres bajo su Programa Inspiradas.

Celia Domínguez tuvo la idea de invitarme a charlar en una mesa sobre cuestiones tan aparentemente sencillas como la resistencia de las mujeres a la venta de sus productos o servicios y su consecuente baja efectividad en los resultados. Un tema así no se escoge al azar, es obvio que se basa en datos que cantan por soleares y sin embargo, apenas nos llegan susurros lejanos.

La primera cuestión ya contestaba la segunda: ¿Por qué las mujeres tenemos miedo a vendernos? ¿Cómo podemos ser más visibles?

Si tienes resistencias personales y de género (porque rebuscar en fluidos corporales está descartado) a confiar en ti, a aceptar rechazos, a mostrar tus valías y tus sitios vacantes ¿cómo vas a ir en pro de tu visibilidad? Cuando además, los medios visibles no te facilitan los caminos y cuando te dejan atisbar la primera portada es para destacar aspectos por los que seguimos siendo el rol más vulnerable y sirviente de una sociedad diferenciada por sexos.

No hay más que abrir la prensa (en papel o en la tablet), escuchar la radio, observar el time line de Twitter, los posicionamientos de Google, los anuncios del Face, las sugerencias de Instagram, los programas de televisión, los virales de Youtube y las últimas tendencias que corren por medios y esquinas.

Da lo mismo que las mujeres estén en investigaciones científicas, en competiciones olímpicas ni en plena campaña de presidencia, los focos iluminan principalmente arrugas o curvas y luego y después se atiende el mensaje. No me voy a molestar en ilustrar esto que acabo de afirmar, es tan evidente que hacerlo entre adultos me parece insultar su inteligencia. Otra cosa será las causas, las teorías y las interpretaciones que cada uno extraiga.

En una entrevista posterior que me hacen se mete la cuña esa tan mona de «en pleno Siglo XXI» como si ya fuéramos la bomba de cívicos para aceptar que la igualdad está plenamente asentada ¡en nuestra sociedad! ¡en España! Pues sí, «en pleno Siglo XXI» hemos dado carreras, pasos y pasitos, pero es que como partimos del menos algo, la cuenta todavía no se nivela y el share de visibilidad no engaña. Son datos objetivos.

Las mujeres precisan empoderarse, más que nunca esta palabra (que al pronunciarla te impide comer al mismo tiempo) será la clave para romper juegos cómodos ya establecidos. Y una vez logrado ese estado interior te das cuenta que precisas apoyos, que toda ayuda es poca. ¿Por qué proliferan las asociaciones, las uniones, los grupos, las reuniones y temáticas enfocadas en mujeres? Porque si ya es duro emprender, venderse y mantenerse, a eso hay que añadir la invisibilidad.

Don Fulano ha ganado la medalla de oro en*** Don Mengano ha presentado *** Las mujeres lograron*** Nos dejan a veces esa gran casilla única que engloba y diluye. A mí me recuerda a los convites de boda donde a los adultos se les sienta con nombre y apellido y luego está la mesa de los niños, así, sin distinciones, grados ni diferencias.

De entre el público, uno de los varios hombres asistentes nos preguntó qué pensábamos del techo de cristal de las mujeres. Querido, no disponemos de más tiempo, pero mañana en un post te lo contesto, le dije:

Para mí que todo se basa en la libertad. La perdemos, si es que alguna vez la tuvimos o pensamos que tenemos derecho a ella, desde el momento en que vivimos en sociedad. Y para nuestra feliz desdicha el ser humano es ante todo un ser social. Así que ya está, dependiendo del grado de libertad que te dejen, te dejes o concedas, tendrás un techo, una bóveda o el universo por montera.

Cuanto más puedas ofrecer, cuanto más valioso parezcas, cuanto más necesario te hagas, menos libertad tendrás. ¿Das la vida? ¿aportas alimento? ¿sirves de mano de obra? ¿educas al futuro? Pues ahí tienes las respuestas. Te consagro a tan grandes labores. Eres libre de moldear tus propios barrotes de celda. Y ahora vas y los vendes…

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