La mano que te empuja

A raíz de un post que escribió el experto en marca personal Andrés Pérez Ortega el pasado viernes sobre paralizarte por las dudas  http://www.marcapropia.net/blog me acuerdo que le comenté que no está mal para salir de ese impasse buscarse una mano que te empuje. He dicho una mano, no el típico graciosito, por ejemplo, que cuando vas a esquiar por primera vez te sube a un pista roja que semeja el Himalaya y te dice: ale, valiente, ahora verás cómo aprendes, mal y sin técnica… o te estrellas.

Todos hemos necesitado en un determinado momento que alguien nos ayude a rellenar ese espacio de vacío tenebroso entre el lugar donde estamos y a dónde queremos ir. Claro, como nos suele entrar el vértigo, llamar a alguien para que te lo haga pasar mal, como que no. Mejor hacerlo solo, nos decimos entonces, mejor solos a nuestro ritmo y demostrarnos que somos capaces de conseguir las cosas sin recurrir ni depender de nadie. Y así seguimos y seguimos entre solos o acompañados deseosos de cruzar ese espacio, mas nos quedamos pasivos y estáticos cual momias.

Propondría partir de cuatro opciones: La primera, esperar con paciencia y aplomo que la montaña vaya a Mahoma y mientras a esa montaña le da por seguir comoportándose conforme a su naturaleza, pues ahí seguimos esperando. Es una actitud, oye, eso dirían los estoicos, te vas haciendo fuerte a base de soportar (tus raíces bajo tus pies, sobre todo).

La segunda opción sería armarse de valor y cruzarlo con tus medios. A ver, espera que me voy a armar ¿dónde tenía yo el valor ese?  Es que ahora no se me viene así a las manos… Aunque igual me sería más necesario para cruzar ese abismo una cuerda, un piolet, un casco, una linterna para ver el fondo, dos meses de entrenador personal para ponerme en forma, unos cuantos visionados a las aventuras del equipo de Calleja… Aunque seguro que aún con todo el pack, si me falta el valor ese que no me acuerdo donde lo dejé la última vez, de poco me servirá ir tan pertrechado.

Bueno, tengo la tercera opción: pagar porque otro me construya un puente de esos majos, majos, en alumnio pulido, cemento y cristal en color flúor, así última tendencia. ¡Ayy! Me han pedido tal pastón, que si tuviera la vida tan apañada como para pemitérmelo, no creo que tuviera la inquietud de moverme de dónde estoy.

Me queda el comodín del público: recurrir a alguien que me ayude a construirlo. Como todavía no pude reponer en el Carrefour el dichoso valor ese por estar agotada sus existencias, tendré que poner los medios para evitar caer en la tentación de hacerlo en cartón piedra para cubrir el expediente a sabiendas de que no lo cruzo… Empezaré con presupuesto reducido a la par que seguro: me voy al Leroy Merlín a hacerme con la caja de «Sus primeras chapuzas tutorizadas» y en letra pequeña, «Firme este seguro de responsabilidad contra terceros».

Aún creo que me caben más opciones: darme la vuelta y olvidarme de la orilla de enfrente. Alaaaa, acabo de fijarme que la mayoría se encuentra hacia el mismo lado que yo, contrario a sus deseos. A ver si van a tener razón y yo mirando a la Meca…

Pero bueno, como yo mando en mi historia y el tema era buscarse ayuda, me quedo con la opción cuarta. Lo primero será buscar a alguien que sea… ¿ ? Elige una respuesta:

a) exitoso en lo que haga

b) digno de confianza

c) ameno y creativo

Una vez lo busqué en el a) y llegar, llegué, pero me sentí sola y desilusionada, pues me di cuenta que para lograr ese momento me hubiera compensando más haber disfrutado el tortuoso camino que conducía a esa meta. Diría que fue la mano efectiva que te pega ese empujón certero que te deja listo en la casilla de salida, pero amargo como los buenos gin tonics o los pepinos.

Al b) también lo seguí, y si bien me caí muchas veces, saber que alguien me rescataría justo antes de ahogarme, me amortiguaba las magulladuras. Un par de veces me puso a prueba y casi pierdo esa fe, pero es que llega un momento en que no avanzaba y se precisaban correctores. Lo describiría como esa mano que te sujeta y aprieta fuerte durante el viaje y te reconforta, pero a cambio te impide alejarte más de 50 centímetros.

No voy a hablar en exceso de cuando escogí el c), porque tengo mucha predilección hacia esa opción y todavía no he llegado nunca. Eso sí, como cuenta el chascarrillo, lo que es pasarlo, lo hemos pasado muy bien. ¿Que no llegué a donde en un principio me marqué? qué importó, me llevó a otro destino. Ese debe ser el lema de quien escoja este camino y con ello no quiero decir que no se obtengan resultados, pero conforme creamos y recreamos, la orilla de enfrente cambia de sitio, lugar y forma. Esa mano era inconstante, igual te arrastraba corriendo entre matojos que te arañaban la cara, que te veías acompañado tumbado sintiendo el sol en la cara.

De igual forma, escojas a quien escojas, con el tiempo te darás cuenta que lo de menos era a quién, que lo que valió la pena de tomar esa opción de pedir ayuda es que se rompió el hechizo de pensar que somos autosuficientes.