La gran asignatura pendiente: saber hablar en público

Estoy bajando ya tanto el listón de mis expectativas sobre la educación en España, que ni hablo de retórica, oratoria… Hablar, sólo hablar, tan sólo plantarte delante de 4 o 5 personas y causar buena impresión, que tu mensaje sea captado y que cuando se vayan piensen que ese rato que te de dedicaron mereció la pena porque en algo mejoró sus vidas porque les divirtió, descubrieron, imaginaron, se emocionaron, aprendieron, etc.

Está claro que hablar en público es una de las habilidades sociales y de comunicación que más tarde se aprende, ya que requiere previamente tener bien asentadas las bases de la autoestima, la gestión emocional y la empatía, pero si desde pequeños les fuéramos dando unas buenas pautas, esos niños se enfrentarían ante el juicio ajeno con mejor disposición que lo que luego me encuentro por ahí, por ejemplo, en la Uni o en las escuelas de negocio.

Así que en un arranque de clarividencia, intuyendo en el colegio de mis hijos que acaso esta habilidad les servirá en un futuro, se les ocurrió una idea brillante para solucionar esta asignatura no contemplada en los planes de estudio: vamos a sacar a los chavales para que expongan en clase un tema que elijan.

Estoy fascinada ante este nuevo método educativo y voy a implementarlo ipso facto al resto de habilidades de las que carezco. ¿Falta de organización? pues me organizo. ¿Que usted no sabe conducir? pues se sienta al volante. ¿Nunca aprendió mecanografía? pues escriba con todos los dedos. No se preocupe, el golf no volverá a tener misterios para usted, coja el hierro 9 ¡y a golfeaaar!

Si es que no sé cómo no se me ocurrió antes a mí, hubiera escrito diez líneas inteligentes entre 2000 de paja, libro al canto y best seller que te casco… Pero como se me han adelantado, pues decidí otras acciones con tal de que mis hijos vayan poco a poco adquiriendo estas destrezas.

La ocasión me la brindó FUNDESEM y sus talleres dirigidos a los hijos de los Ex Alumni, un Taller de 4 horitas sobre Hablar en Público para chavales de entre 11 y 15 años. Y de esas cosas absurdas que se nos ocurren a los padres, inscribí a mi hija sin consultar con ella y sin posibilidad de discusión. Iba a ir, sí o sí. Alaaa, qué mala madre, forzando a que hagan algo por su absoluto bien y sin chantaje tecnológico de por medio.

No obstante, tuve mis dudas sobre cómo arrastrarla a semejante actividad en un entorno desconocido, sola y sin excesivo desgaste emocional para ambas, de manera que con la intención de prepararla, días antes se lo dejé caer. Se lo planteé como la sopa de la cena: es lo que hay, y para mi sorpresa se lo tomó bien. Me bombardeó a preguntas, pero en ningún momento se cuestionó que pudiera no asistir.

Me valí de mi profesión y le encomendé una gran misión:

—Tienes que hacerme de espía y recoger lo que te parezca más interesante de la charla —le dije a modo de confidencia.

—Pero ¿voy a tener que salir a hablar? —me preguntaba nerviosa.

—Pues supongo, pero verás como será presentarte y comentar algo de lo que haces o te gusta, así que prepárate lo que vas a decir y te tranquilizará.

Eso hizo, eso pasó y esas notas que pongo más abajo fue lo que recogió («Hasta que me cansé de escribir, mamá, lo siento» me dijo pesarosa pese a que yo sabía que ella es de las que prefiere vivir las cosas y no hacer la foto).

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Durante el curso por lo visto se clasificaron según respondían a las preguntas entre los que no tenían vergüenza, entre los que sí pero les gustaba hablar en público y entre los que además de vergüenza, no lo disfrutaban. Para mí esa fue la parte que más me llamó la atención. La de ella… pues como  cualquier niña de casi 11, las amigas que se hizo, el almuerzo que le dieron, la respiración de los bebés que perdemos conforme crecemos (respiración diafragmática) y lo bien que se lo pasó.

Ella no lo sabe, pero tuvo una excelente toma de contacto en el escenario, lo vivió como algo práctico de cara al colegio, quiere volver a repetir y está dispuesta a superar esas vergüenzas. Es lo que se denomina aprendizaje significativo y no por ciencia infusa.

No lo hace la práctica, lo hace la buena práctica. Así que, profesores, déjense de métodos no metódicos y si quieren enseñar a los niños a hablar en público den pautas claras, preparen las condiciones idóneas y vayan conformando la mochila de recursos que cada persona necesita para enfrentarse a ello. Pero eso de enviarlos a escalar sin nada más que sus manos y pies… Luego de esas malas, regulares o nefastas experiencias extrapolan que ellos no valen, que lo volverán a pasar igual de mal, que, que, que… que es lo que al final trabajo yo con las personas y su miedo escénico.

Sigo sin entender a día de hoy cómo les hacen aprender multitud de cosas para ser expuestas y no el cómo se expone. Conectando con lo que los chavales ven ¿se imaginan un gran cantante de «La Voz» que no supiera actuar? ¿Y a un cocinero de Master Chef que tras el trabajazo entre fogones no emplatara? Absurdo ¿verdad?

2 comments

  1. Benito.vega@iese.net

    Hola Laura,
    Grandísima idea. Te diré que estoy en ese mismo punto. Y después de mucho trabajo he conseguido meter en el cole de mis hijos un curso que voy a impartir yo!!! Economista!!
    Bueno cuento con la ayuda de un método que igual te interesa. Es de Toastmasters. Son grandes los de Toastmasters.
    Mucho animo, queda mucho por hacer!
    Benito!

  2. Laura Segovia

    Fantástico, Benito, no lo conocía. Pues sí, yo misma me he ofrecido, pero no se sienten a veces las necesidades hasta que pasan a imprescindibles 🙂 Muchas gracias por el ánimo, y que vaya estupendo!!

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