La domesticación de animales, humanos y otras especies

Si tienes una vida muy cosmopolita, se pierde contacto con la naturaleza y ello repercute mucho en cómo te relacionas e integras en ella. Mi hijo pequeño es el que más atraído se siente por el mundo natural, por el campo, por los animales, por estar al aire libre, por los elementos. Casi desde que nació escogía animales en vez de coches, escogía cuentos donde los personajes vivían en selvas, en montañas, en bosques, en islas, en mares.

Quizá no se vea capaz de aprender una lista de verbos irregulares, pero se sabe la descripción y medidas de todos los dinosaurios reales e inventados. Hasta hace poco si le preguntabas que quería ser de mayor te respondía: zorrito. Él se pensaba animalito, no ejerciendo una supuesta profesión.

Pero claro, su distancia del mundo natural en la ciudad parecía que nublaba su percepción cuando el otro día me dijo:

—Mamá, sería estupendo inventar algo para domesticar animales de manera rápida. Es que sólo puedes hacerlo cuando son pequeños porque se creen que eres su madre y así te siguen en todo —me razonaba convencido.

—Pero ya se hace con perros, caballos, gallinas… —le mencioné los típicos animales que se me ocurrieron.

—Me gustaría domesticar un tigre de Bengala.

Y yo, viéndome en la necesidad de apelar a su empatía con estos animales, que cuando viven entre nosotros parece que lo hacen en mayor cautividad que los otros, comencé mi maternal speech.

—Pobrecito, vivir encerrado. Estos animales viven felices en su entorno, en libertad. ¿A ti te gustaría que te hicieran eso? ¿te gustaría que te impidieran ir por donde en verdad disfrutas? ¿te gustaría que te obligaran a estar en un sitio encerrado?

—Pues como en el colegio, mamá.

Entonces me callé porque no me vino otra respuesta, lo vi claro. Para mi hijo el colegio es el lugar donde domestican a los humanos. Y es tan cierto, que no pude rebatírselo. Y es tan penoso que así se sienta él y muchos otros tantos niños… Y he estado tan torpe que he acallado lo que ya sabía y yo misma experimenté. El colegio, la comunidad, la familia… No son más que agrupaciones humanas más o menos grandes, más o menos influyentes, más o menos altruistas que domestican a las personas para hacerlas vivir en sociedad.

Tiene sus grandes ventajas y tiene sus grandes inconvenientes. Aprendemos cosas, nos valemos del conocimiento y habilidades de los demás para cubrir nuestras necesidades y carencia, pero a cambio nos domesticamos. Podemos avanzar gracias a la transmisión de la cultura, de las palabras, inventos, descubrimientos y pensamientos de otros, no precisamos partir de cero y así nuestra civilización avanza porque vive de la experimentación en cabeza ajena. Pero nos domesticamos, dejamos de cuestionarnos ciertos dogmas. Nos dejamos amasar por rodillos y condimentos que otros han aliñado.

Claro que es un gran avance que dispongamos de todo un arsenal archivado de memoria histórica, de evidencias ya reveladas, de hechos probados y certificados. Pero es un gran retroceso que para modificar o innovar algo tengamos que luchar contra una montaña aplastante de temerosas premisas inamovibles. Cuando el sistema ve que remueves el suelo o los cimientos, elimina cualquier atisbo de molestia para que los aletargados pies sigan calientes sin tener que esforzarte en moverlos.

Sería tan grande el vértigo de verte frente a la profundidad, la oscuridad, el vacío… La humanidad todavía no ha superado la incertidumbre, así que repetir lo que es conocido sigue siendo una muy buena opción. Ahora se adorna a veces diciendo que la educación y la formación sirve para despertar conciencia, pero en verdad lo que se hace es crear conciencia para que todo se perpetúe: las buenas costumbres, los buenos valores, las buenas ideas, y todos los buenismos que uno tenga en su conciencia ya creada.

Y lo cierto es que cuando le pregunté a mi hijo dónde le gustaría estar me respondió con lugares comunes, con sitios donde él ha estado, en su vida real o en su vida imaginada. La domesticación hace tiempo que comenzó y sigue su curso… aunque al menos lo reconoce.

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