Terrible el revuelo que se ha formado en torno a Samanta y su libro «Madre hay más que una» donde narra sus vivencias y experiencias con su maternidad. El nivel de opiniones da la foto perfecta de en qué situación seguimos como sociedad retrógrada y machista. Haga lo que haga una mujer, la va a fastidiar. ¡Pero qué manía tienen las mujeres de no estarse calladitas y quietecitas! Y menos de ciertos temas. ¿Pues no quedó ya claro que era lo deseado, el sentido de la vida, lo que te ancla como ser humano, lo más maravilloso y grande? Y la que diga que no, o varíe el panfleto, pues que no los tenga y punto. ¡Faltaba más!
Y es que a esta insensata se la ha ocurrido evidenciar que ninguna mujer está mentalizada, entrenada y preparada para ser madre hasta que lo está siendo (con gerundio) ¿Pero si es lo más grande? ¿Pero si es la demostración de mayor generosidad? Pues no haberte metido. Y hasta he llegado a leer descalificaciones personales. Porque claro, una cosa es opinar de un tema, pero descalificar al autor te arroga así como la máxima argumentación ¿verdad?
Tranquilos y tranquilas, quieto parados, no se asusten, por favor. Si acaso temen que su mundo de juicios de valor y morales propias se va a ir al traste, se preocupan sin motivo. Porque entiendo que es por esto que ustedes atacan tan ferozmente ese libro autobiográfico ¿verdad? No me digan que han caído en la inocentada de pensar que esta periodista tiene en sus manos el poder de conceder o denegar maternidades. Venga, no, no me lo creo…
A mí , sin ir más lejos, no me influyó para tomar esa decisión ni cientos de películas, libros, artículos o documentales advirtiendo de la gran enfermedad que iba a contraer (el embarazo) ni de la eterna convalecencia que iba a padecer (la maternidad). Ni mis amigas con sus cicatrices físicas y emocionales, ni sus noches sin dormir, ni sus relaciones de pareja idas al traste, ni las constantes visitas al pediatra de una muy preocupada hermana, ni mis colegas de trabajo relegadas al nivel del cuarto de basuras en sus empresas, ni a las despedidas de tiempo propio, ni… Ya digo, ni encendiendo todas las luces de alarma me espanté. Ni yo, ni la inmensidad de mujeres que cohabitan este mundo. Oye, y menos mal, o nos habríamos extinguido.
Y es que una, en este velo tapando la realidad, cae en la irracionalidad más absurda de sólo ver lo que quiere ver. Unas te lo exponen como la mejor experiencia y te cuentan eso de que sentirse hembras, anidar un ser, parir al viento, amamantar al universo y esas cosas las transportó a un estado de plenitud que va más allá de las cargas y pesares que eso también conlleva. Pues muy bien ¿no?
Otras todavía andan traumadas por la deformación que su cuerpo y su psique sufrió, así como por la devastación que la incertidumbre constante ante lo desconocido las sacó de su centro y se sorprenden cuidando personas cuando ellas mismas no se encuentran ni saben quienes son. Pues muy bien ¿no?
La felicidad no te la dan las cosas, las personas, los trabajos, los hijos, los padres, los amigos, los hobbies, los dineros, los viajes, las maternidades, los, las… Quizá esperaba, puso expectativas, idealizó, dedujo… ¿Y? ¿Tú no lo haces? ¿Ante algo que no has experimentado y te pintan divino, y encima tus impulsos y hormonas te llevan a buscarlo? Y luego, si te descubres humana un día y se te ocurre pararte a pensar sobre… ¿sobre ti? Pero por favor, en eso sí que le doy la L grande de pardilla: A ver, Samanta, ¿pero no leíste bien subrayado y en negrita lo que decían de que si marcaste la casilla de mujer y encima con alevosía la de madre ya perdiste todos los derechos sobre ti?
¿Y quienes somos nosotros para juzgar como vive o quiere vivir cada uno sus experiencias? Pues no te compres el libro. Por lo que he escuchado y leído no cuenta cosas diferentes que tu vecina, tu prima o tú misma has tenido la suerte o desgracia de padecer. Hay quien cuidando rosas pone el foco en sus pinchos, en su aroma, en su belleza, en la alergia que le producen, en el bienestar que proporcionan, en su conservación, en su floración… ¿Y? No puede ser tan costoso ponerse en el lugar de una madre que pese a que adora a sus hijos reconoce el backstage. A muchas las previene, a otras les descarga culpas, a otras las divierte y claro… a otras y otros los encoleriza.
¿Nos tienen que decir los demás a las mujeres cómo tenemos que vivir y sentir la maternidad? Me parece una manifestación más de la presión y manipulación a la que se quiere someter a la mujer. Una ya no es libre ni de experimentar y expresar su proceso de maternidad porque se sale de los cánones de unos cuantos. Y a todo esto, un vacío y silencio absoluto acerca de la paternidad… Sí, sí, no hablo sólo de ese momentito, en vivo o in vitro, hablo de paternidad, paternidad. Mira qué listos ellos, bien callados y así no son juzgados…