He escogido la libertad para ti = estás despedido

Nos tragamos cada palabrejo con tal de ser un «quedabien» y pensar que así evitamos un enfrentamiento. Ahora aceptamos conceptos cursis, palabras ambiguas y gestos paternalistas, todo para no ser claros. Es que no es políticamente correcto, nos dirán algunos. Venga, va, si hablar de política y corrección no parecen hoy día buen maridaje. No, pero es que así resulta menos traumático. ¿A quién se le ocurrió semejante memez? No es traumático escuchar la palabra, lo que golpea fuerte es la situación y los modos. ¿O acaso no te quedarás esperando que se pronuncie esa unión de letras que te saque de dudas?

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Las palabras influyen, algunas tienen connotación negativa, es cierto, pero es que estamos hablando de relaciones laborales. Estamos hablando de conceptos y definiciones recogidos en la ley, reguladas en contrato, convenios, jurisprudencia ¡pero si hasta sale en la tele! Es un término que no deja lugar a errores en la intención, aunque luego se concrete, interprete o dispute sus condiciones. Nooo, ahora no se puede hacer eso, ahora hay que hablar de la entrevista de desvinculación.

Me veo venir algún listo que se despiste:

— Si yo lo hice fetén, seguí al pie de la letra las recomendaciones de la cita de liberación, perdón, de la quedada de resolución, de… del encuentro del adiós…

— Repita conmigo, repita: En-tre-vis-ta-de-des-vin-cu-la-ción.

Primero, le cité sin adelantar el palo para que no sufriera antes de tiempo. Segundo, escogí momento oportuno, como dicen los sabios, no más de un martes y nunca un viernes, para que no estuviera dos días ocioso comiéndose el tarro.

— Te desvinculo, bueno, te libero de tus obligaciones, pero mañana vienes con buena cara a seguir cumpliéndolas.

— ¡Ah, vale! qué tranquilo me quedo así, es verdad, ya si eso cuando llegue el finde me desahogo.

Tercero, llamé a la persona idónea para que se encargara de esto, traducido en «yo paso de comerme este marrón, si puedo endosarlo«. Cuarto, evitando eufemismos (¿ahora sí, verdad? no vaya a ser que encima me toque repetirlo, con lo que me ha costado soltarlo) y en los primeros minutos de la entrevista hablo yo primero para que no se crea encima que nos vamos de convivencia empresarial. Y luego ya prosigo a la fase de escucha, que me cuente qué ha pensado hacer con esa reciente libertad que le acabo de conceder al desvincularlo de nuestra relación. Le justifico sin excesos para que no parezca eso de «excusatio non petita accusatio manifesta» pero al mismo tiempo intento que conserve su estima y confianza en él, pero sin que se me vaya de las manos, porque si tan imprescindible fuera… si tan contentos estamos… si tan valiosa su aportación supusiera… si yo hubiera sabido apreciar eso…

Pues eso, que al final de todo se aconseja ser claro y directo, que no quiere decir hiriente o cruel. Llamar a las cosas por su nombre denota que tratamos al otro, en este caso al empleado, como un ser maduro y a mí como empresario, en estas circunstancias nunca agradables, me refuerza la decisión adoptada. Eso de redenominar situaciones y oficios para quitarles su connotación (¿peyorativa?) como por ejemplo cuando los hombres tuvieron a bien subirse a un avión, y no para pilotarlos, y tuvimos que inventar «auxiliar de vuelo» y no «azafato«, pues ¿qué le vamos a hacer? todo sea por dejar intacto el orgullo masculino. Pero de ahí a llamar al despido la desvinculación laboral, hay un trecho.

— Oye, y ya que andamos usando circunloquios según nos venga bien, que digo yo que el aspirante a reinventarse que no quiera tomar posesión de su reciente otorgada libertad por lo de las consecuencias derivadas del síndrome de estocolmo y eso ¿qué hacemos?

— No se preocupe que le damos con el manual de la Entrevista de desvinculación unos consejos sobre cómo ayudar a gestionar el nuevo espacio vital adquirido, voluntario o forzoso.

Y aquí es dónde nos damos cuenta que las personas que reciben esa noticia, esperada o por sorpresa, necesitan su tiempo para asimilarla, adaptarse al cambio, buscar opciones, sentirse ayudado, valorar lo hasta ahora conseguido, diseñar su futuro… después de un despidoCambiemos las malas creencias vinculadas a la palabra y cambiaremos la cultura laboral, al igual que hicimos con la palabra trabajo, que antes era sinónimo de condena y hoy señal de prosperidad. Porque sino, además, iremos creando un lenguaje paralelo a la realidad lleno de mensajes subliminales. (El trabajo está vinculado, ¿quién lo desvinculará? El empleador que lo desvincule, buen desvinculador será)

Por cierto, lo aquí vertido no es un artículo de opinión, noo, que eso está muy mal visto; esto tan sólo es un post que recoge pensamientos hilados de un día, compartidos con una persona con la que tengo puntos de afinidad, a raíz de una sugerencia dejada en una recopilación especializada de Gestores del Talento.