Estación en bucle

Casi no me caló ese estado plácido y benévolo. No hay nada que hacer, allí todo es proyecto, progreso y lento desarrollo. Me lleva con inercia esa buena intención de que anda solo, natural e instintivo.

La menor o mayor alteración está consentida. Me desempeño dentro de los límites tibios mezclándonos de esencia. Aumenta la temperatura en un grado o dos, contagiando el derroche a cada roce, a cada contacto, a cada violento toque de pasión.

El tímido rosa turquesa se da la vuelta y al instante es rojo musgo. Evoluciona sin permiso y al fin se traspasa por excesivo.

Vengo de arrasarme en llamas de un verano punzante, duro y escarpado. Mi sed no tiene límites. Me consumo sin alivio en esta tórrida estación. No vengas, me moriré sin salvación ¿no ves que contribuyes más? Enciendes con violencia obscuridades que aplaco con fuerzas mermadas.

Mi mano indolente te rebusca en los pliegues de mi deseo. Ladea la mirada que asciende a imaginar la fuerza de un encuentro. Altera mi sosiego, espanta mi calma. ¡Oh, ahora sí! ven y hazme desaparecer en ese instante en que mi mundo arde, en que mi mundo no importa, ni tú, ni yo, ni el mundo.

Del intenso amarillo me torno ocre.

No hay menos calor. Ha empezado la cocción en mi interior. Antes se deshacía seco en mi cuerpo. Ahora se desplaza con furia. Viento caprichoso, que oscila dando bandazos sin plan establecido. Descarnas el sustento de lo que fue mi obsesión. Te siento transformar mi ser.

Eres todo menos mi indiferencia. No hay piel, ojo, ni boca que no te presienta. Y a muchas sabiendas salgo desnuda a encontrarme con tu voluble meta. Jugamos a empujarme al resguardo, pero te sorprendo disfrutando verme desarmada. Lo que ahora es risa se convertirá en anunciada consecuencia.

Y ese querido otoño sin fronteras no avisó.

Viene el frío que gusta de superficies, pero penetra hasta el fondo si no he guardado tu mordisco, arrancado tu carne y estrangulado tu alma. Le encanta, no puede evitar descender a girones mi vulnerabilidad. Grito de angustiada soledad, se hace insoportable este contraste entre mi yo y mi alrededor.

Y te llamo para eliminar mi gélido interior.

Nos encontraremos en ese punto de partida deseada. Apuntará in crescendo hacia las reglas rotas y nunca escritas y acudiremos ciegos y sordos. Engañados en un espacio común, despistados en nuestro particular universo, allá donde todo se une, hierve y funde. Mas sucederá la inevitable individualidad.

Y te llamo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *