Era una señora y tú un educado machista

Un educado machista y un prepotente. Que no pasa nada, oiga, pero que serlo, lo eres. Esto es lo que me salió tras leer el artículo de Arturo Pérez-Reverte, y que puedes acudir a él pinchando en este enlace: «No era una señora».

Me pareció todo un despliegue de ego, de falta de empatía y de pestilente aire de superioridad… Y que conste que no es por la edad, pero uno empieza ya a envejecer (que no a hacerse mayor) sin pública dignidad. Mira que me lo he tenido que releer para dar crédito a esa manifestación de ofendido cascarrabias y todo porque me he encontrado el artículo de marras por las redes una y otra vez.

Suelo leer lo que publica y alguna rara vez he coincidido, unas en el fondo, otras en la forma, la inmensa mayoría no coincido y en esta ocasión me ha salido replicar ese alegato contra la mala educación ejemplificándolo él mismo con lo que tanto critica.

No es más educado quien utiliza la educación con cinismo y no con civismo

No es mejor persona el que lo aparenta y no así actúa. No es menos agresivo quien se calla a la cara y apuñala por la espalda. No está en disposición de dar clases quien no ha sido llamado para ello. No es mejor ser condescendiente que inoportunamente sincero.

No, no me parece a mí que ante un acto de rechazo de nuestra inocente gentileza nos siente tan mal y nos toque tanto el orgullo que uno desprecie hasta el género de donde venga y suponga la más pestilente de las suertes para con esa persona, en este caso, mujer.

En el fondo ni era tan inocente ni era tan gentil… Esa señora se sabría claramente las elementales normas de urbanidad, que nacen machistas y discriminatorias, pues las normas son reflejo de los principios que imperan en la sociedad. Que eso de ceder el paso y abrir la puerta ante un conciudadano nadie lo discute como acto gentil, pero cederlo expresamente un hombre ante una mujer, además de acto gentil es un acto machista, pues encierra la protección que al género masculino se le atribuía sobre las mujeres, incluso sobre las ajenas a su propiedad.

¿Que se ha quedado como un acto inocente? Bueno, de inocentadas está el mundo lleno… Y cada cual se toma la guerra y sus batallas donde cree debe pelearlas. A mí personalmente me encantaría que todo ser viviente me cediera el paso allá por donde apoyo el pie, y más si ando móvil en mano, pero vaya, si bien no le hago ascos a actos gentiles, sí me repele la condescendencia por mi género.

Ciertamente, la mayoría de veces me encuentra enfrascada en mis cosas y me agota la energía librar todas las contiendas machistas y cada cual las libra a su manera. Así que me hice mi propio reglamento que intento conjugar con el corriente y común que circula por ahí:

Me dejo ceder el paso cuando me conviene por comodidad, no representa excesiva molestia por quien se brindó antes y desde luego, los lunes y demás días de madrugar.

Cedo el paso siempre a mujeres con tacones más altos que yo, niños que manchan, personas cansadas, estresadas, cargadas, con prisas y a los hombres en estado de muy buen ver, por aquello de… A algunos hasta los escolto con mi mirada para cerciorarme de que nada les ocurre tras cruzar el umbral que tan amablemente les dejé atravesar en primer puesto.

Así que no se preocupe mi querido escritor, muso de éstas mis letrillas, que si usted y yo nos cruzamos me dejaré agasajar por su próvida educación para que descanse su alterado ánimo.

Si acaso la mala fortuna me lleva a no reconocerle, (que supongo el caso contrario a esa señora que ya poseía antecedentes periodísticos suficientes y de ahí su ácido comentario) y ambos quedamos detenidos por nuestras respectivas educaciones, espero no se moleste si contraviniendo todos los códigos, le cedo el paso. Aunque sea usted un señor, pese a finalizar la lectura de su citado artículo.

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