En lo que se ha convertido una charla…

Me digo a mí misma que ese pensamiento en nada ayuda, pero no puedo evitarlo: las charlas ya no son lo que eran. Ni siquiera como público puedes aburrirte ya en paz sin que una imagen, un ruidito o un cambio en la iluminación interrumpa tus ausencias de atención necesarias. Y como ponente ya no hace falta que domines el escenario, que sorprendas por ti mismo, ni siquiera que lleves un tema ensayado. Ni qué decir de la oratoria… Total ¿para qué? Eso debemos de pensarlo tantos, que ya casi cuesta un esfuerzo imaginar una sala sin pantalla, sin micro, sin altavoces, sin juego de luces…

¿Quién será el pardillo al que se le ocurra acudir a dar una charla sin medios audiovisuales? ¿Pero quedan de esos? ¡Bah! no me lo creo… Si no fuera porque me empeñé ayer en darle a mi público tal esnobismo… ¡Una charla sin ordenador, sin tablet, ni móvil ni conexión! ¿Y cómo eran esas? No, no te pienses que son tan abundantes, hasta a mí me costó contenerme y en un alarde de tozuced de los míos y pillándome los dedos con la tapa del portátil, me fui toda osada a dar una charla de una hora… ¡¡sin power, ni prezzi ni presentación 2.0!!

Qué vulgaridad, ¿verdad? El caso es que el tema de la tarde giraba en torno a las exposiciones públicas y así a modo de coletilla dejaron caer a la oratoria y claro… Se me ocurre cada cosa… Dar una charla así a pelo, a pecho descubierto, sin nada más que yo misma, la oradora. Tengo que reconocer que me encontraba rara y sentía como si la pantalla que estaba detrás de mí en blanco se apoyara en mi hombro izquierdo para susurrarme:

—Estamos aquííí, no podrás escapaaaar. Quizá hoy te has puesto muy chulita, pero verás… verás… te rendirás otra vez y entonces no podrás escapar al puntero, al mando pasa imagen, al ratón, a la transparencia en 3D, al último ingenioso vídeo de youtube, al giro de letras, al esquema ilegible, al gráfico boca abajo…

El caso es que seguí firme a mis convicciones, apretando con fuerza el pen que llevaba en mi bolsillo del pantalón sin usarlo. Si pudo un hobbit más pequeñajo que un chavalín de Primaria no sucumbir con un trozo de oro ¿no voy a poder yo con un cacho plástico? Y así me daba ánimos para continuar enfrentándome ante los asistentes que… que ni se habían percatado de que tan sólo hablaba, los miraba, gesticulaba (y ejem, ejem, miraba mis notas alguna vez cuando se me iba la olla) y que la pantalla seguía en blanco.

Y sí, pude volver a comprobar que las charlas habrán cambiado, pero que el público asistente sigue siendo el mismo: personas. Espero y deseo ferviertemente que me comprendieran ayer cuando dije que ni imágenes impactantes, ni melodías celestiales, ni *** en vinagre, que los humanos estamos «programados» para ver caras y cuerpos de personas, para escuchar a personas, en definitiva, que estamos programados ante todo para descifrar la comunicación humana. De verdad que espero que lo entendieran y que no vayan a buscar el software o programa ese a la K-Twin o Fnac de turno.

Que conste y quede para la posteridad que dije que se pueden utilizar los medios y recursos que quieras, que yo también lo hago, eso sí, siempre que sea un apoyo o una ayuda a tu discurso, pero no para entorpecerla, o lo que es peor: para escudar detrás de una exposición de medios técnicos tu carencia en habilidad de exposición pública.

 

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Sé que hizo gracia mi cruzada contra el abuso de estos medios, pero no creo que rían tanto cuando les toque a ellos enfrentarse a un público y quieran literalmente evaporarse. Entonces se acordarán de la mejor arma que el hombre creó para desaparecer del escenario, la mejor arma para quitarte de enmedio, la mejor arma para ceder tu protagonismo como ponente: los powers, prezzi & cía.

Mételos en tu vida y ¡multiplícate por cero! Cuanto más tires de ellos, menos captarás tú la atención, más pasarás desapercibido y hasta es posible que a la próxima, realicen un buen casting para que la chica o chico mono con tipazo y dentadura blanqueada hagan las veces de pasadiapos. ¡Genial! nos podremos dedicar a otra cosa más cómoda y menos estresante. ¿Miedo esce… qué? ¡Bah! eso pasó a la historia, ahora las charlas se han convertido en otra cosa…

Pero no creo que desaparezcamos del todo los que nos obstinamos en captar y mantener la atención del público con nuestra mirada, con la fuerza de nuestro discurso preparado, con la entonación de nuestras palabras y con la expresividad de nuestro cuerpo y gesto, con que uno sólo de los asistentes nos grabe, estamos salvados. Siempre podremos aparecer en el power o prezzi de otro alguien que sí utiliza a granel los medios audiovisuales.