El tren de la vida.

Hoy me ha inspirado este post el blog de mi amigo Fran Torreblanca (un neuromarketero de bandera). Sigue la idea de escribir un post cada día durante 30 días y ahora, los 365 post del 2014, así que tengo material de aquí a… Gracias, Fran. Hoy Su artículo iba de subirse al tren: nunca es tarde. Y leyéndolo corroboro que así es, que cuando tienes ilusión por algo, cuando persigues tus sueños, no tienes más que sacar la mano y aferrarte. Puede que sea el primero, uno cualquiera o que sea el último, pero te subes.

Esta idea y su experiencia me ha hecho pensar en la mía. Yo, sin embargo, no siento que me haya subido a los últimos trenes que pasaban, más bien al contrario. Me he bajado de unos cuantos en los que me vi subida. Se habla poco de este fenómeno, pero tan difícil es dar el paso para subirte a un tren, que para bajarte de uno en marcha.

La ausencia de acción también se da en seguir haciendo algo que por inercia se perpetua. No he llevado muy bien cumplir cuarenta precisamente por ser una etapa donde uno sigue… y sigue… y sigue… ¿Hasta dónde? Subirse al tren que uno quiere proporciona satisfacción, así que el esfuerzo del impulso tiene su recompensa. Pero… ¿y bajarse de uno? Conlleva dolor.

Normalmente caes mal, y aunque no termine en rotura de hueso, la magalladura te recuerda que el suelo es duro y que si quieres seguir en movimiento, no te basta con quedarte a lamer tus heridas, sino que encima tienes que subirte a otro. Eso sí, he aprendido a caerme lo mejor posible y levantarme lo más ágil que las heridas me permiten. También he visto como una y otra vez se repetían unos mismos pasajeros que esperaban en la estación, sin magalladuras ni sonrisa en el rostro. La indecisión de qué tren tomar también los ha tenido inactivos. Y digo yo, que antes de tener el traje impecable, que se suban a uno, que siempre pueden bajarse. ¿Sin mancharse el traje? Está claro que no, pero en la siguiente estación podrán comprarse uno nuevo.

Así, de estación en estación, de tren en tren, al menos estrenar año (biológico me refiero) te permite conocer si eres de los que se sube al primero que pasa, de los que mira y remira y los ve pasar, de los que se deja empujar cual metro en hora punta en Madrid o de los que compra el billete a conciencia y se prepara para cuando venga el elegido. Y con esa información ya puede uno elegir ser el viajero que quiera. ¡Ah! y bajarse, no se te olvide.