El reconocimiento en el trabajo y otros anhelos

¿A quién no le gusta que le reconozcan? No se me ha dado la ocasión de que me presenten a quien huye de ser valorado y al que le amargue el día si en su trabajo recibe felicitaciones por su buen hacer… A mí, por lo menos, me encanta, me hace sentirme orgullosa, me da un chute de energía, me anima a seguir en el camino; pero no dependo de ello.

Una cosa es que nos guste que nos reconozcan nuestro esfuerzo o competencia, y otra es que no funcionemos bien si no lo obtenemos. Ya sé que no hay temario de liderazgo que no incluya un gran apartado acerca del reconocimiento y de cómo darlo y que esto es aconsejable tenerlo en cuenta si es que nos corresponde hacerlo y no sabemos cómo, pero de ahí a que la persona que no lo recibe se mustie como planta sin riego y luz, no tiene sentido ante gente madura.

Cuando somos niños reclamamos atención cada vez que nos tiramos a la piscina haciendo una cabriola, hacemos un dibujo de colores o enseñamos las notas que nos pone el profe con el único fin de recibir el beneplácito de nuestros mayores, pero cuando somos adultos y estamos trabajando entre adultos… andar reclamando bonitas palabras, sonrisas, ánimos, prebendas o aclamaciones, ya no toca.

Insisto en que a todos nos agrada y que se debería instaurar como hábito laboral, pero no podemos hacer depender nuestro estado anímico o rendimiento de si nos han dado reconocimiento, nos ignoran o incluso solo recibimos atención para sugerir mejoras. Lo contrario del reconocimiento tampoco ha de ser el desprecio, la crítica destructiva o el maltrato, tan solo de que no obtenemos aquellos hechos positivos que andamos expectantes recibir de nuestra labor.

Voy a contestar una objeción que siempre preguntan, a ése que tiene la mano levantada: Sí, también incluyo el dinero o la recompensa económica. ¿Acaso quiere decir que trabajas más y mejor si te pagan más y mejor? Hablo por mí y desde mí. Cuando trabajo intento poner todo de mi parte, con independencia de si me va a rendir 10 o 100. No tengo la calculadora al lado ni voy equilibrando haberes y deberes en la cuenta. No gusto de trabajar por incentivos, porque me sentiría ruin si alguien pensara que como me paga más, le escucho con más atención, incremento mi creatividad, intensifico mi pensamiento analítico o le considero de menos en cuanto baje el pan… Sencillamente, si no estoy recibiendo el trato que creo merecer, pongo de mi parte para solucionarlo y si excede de mi control y no lo soluciono, me voy.

Cuando hablo de reconocimiento, hablo de algo más intangible y sublime. Hablo de dar un espacio, de ver al otro, de agradecer, de aceptar, de valorar, de ver la contribución, de validar, de conversar, de invertir tiempo, de admirar, de compartir, de alguna manera, amar. Para mí, y para la psicología y el transgeneracional, el reconocimiento nos lleva a la figura del «padre». ¿Qué podíamos obtener de él? Un gesto de hondo calado, no una palmadita en la espalda.

He observado que también se confunde, en todo caso, quién ha de ser el sujeto que ha de dar reconocimiento y de qué forma. Así que, enlazando con lo anterior, he desglosado de quiénes legítimamente esperar y el qué:

A) Un jefe, un superior, un supervisor, un líder, un gobernante, un empleador, un dueño, no debe buscar reconocimiento en sus empleados. No les corresponde a ellos. En quien debe fijarse es en sus clientes, en el mercado, en quien se beneficia de su negocio o empresa, a quien ayuda, en su público o para quien trabaja. Esta figura, en todo caso, es la que debe reconocer a la gente de su equipo. Si nos vamos a ese «padre», imagínatelo reclamando a sus niñitos que le digan lo bien que les lee los cuentos, los magníficos valores que intenta inculcar, o con qué determinación y confianza marca los límites… Ridículo ¿verdad? Pues lo mismo acontece de algunos CEOS que van por ahí mosqueados porque la plantilla no le aplaude con las orejas. Está buscando en lugar equivocado.

B) Un trabajador de sus compañeros. Tampoco son los responsables de validarle. En todo caso, podemos percibir de nuestros colegas y pares agradecimiento, comprensión y empatía. Pero cuando un compañero pide reconocimiento de los demás, en verdad se está comparando, se está enfocando en lo que hacen los demás intentando agradar y se olvida de lo importante que es cooperar con la singularidad de cada uno para sumar y conseguir algo común y más grande que si lo hiciera por sí mismo. Entre compañeros impera la igualdad, la horizontalidad, mientras que el reconocimiento parte de una posición desigual.

C) Un empleado a sus jefes, superiores, líderes o empleadores, o un profesional a sus clientes. Si bien en la inmensa mayoría de los manuales se contiene que el reconocimiento es esencial para mantener o al menos, no apagar la motivación, creo que deberíamos superar esta petición e intentar, tal como apuntó Maslow en su pirámide de necesidades a satisfacer, alcanzar la autorealización. Ésta no elimina un ambiente de valoración y aceptación, pero ya no va en pro de una búsqueda constante para guiarnos y sentirnos plenos o satisfechos.

Aún en situaciones adversas, siempre podemos acudir a nuestra intuición, que funciona a modo de faro y que en el fondo sí sabe si hemos hecho un trabajo de calidad o si hemos puesto todo de nuestra parte. Solo así creceremos profesionalmente, de lo contrario, nos convertiremos en titiriteros de criterio y validación ajena a nosotros. Porque si de verdad queremos obtener feedback de nuestro trabajo, entonces lo pediremos expresamente, a la persona adecuada e introduciendo los parámetros que queramos fijar para extraer conclusiones. Esto sí es óptimo para superarse, la crítica constructiva, pero mucho me temo, que andábamos en otro tipo de concepto de reconocimiento.

Y dicho todo esto y a modo de colofón, como continuación a los dos anteriores post (Si buscas empleo, revisa tu autoestima, Dejando el paradigma de la escasez) diré que si quieres recibir reconocimiento, en el amplio sentido que hemos visto, tienes que darlo tú primero. ¿Quieres que te escuchen? Empieza por escucharte tú y por escuchar activamente a los demás. ¿Quieres que te validen? Empieza por darte valor y por valorar lo que los demás hacen. ¿Quieres que te agradezcan? Sé agradecido con tu vida y suelta a diestro y siniestro un sincero ¡gracias! ante personas que te pusieron en situaciones favorables o adversas que contribuyeron a forjarte. ¿Te gustaría ser aceptado? Acéptate, con virtudes y defectillos, en toda tu grandeza y en tu humilde insignificancia, y acepta a los demás tal cual son sin intentar cambiarles. Si puedes vivir y trabajar con ello, adelante, si no, está en tu mano tomar decisiones.

¿Quieres reconocimiento? Regresa mentalmente a tu infancia, revisa todo lo que tu padre te ofreció, te pudo dar, o te supo entregar; no juzgues, tómalo, mantén lo que te ayuda a impulsarte y el resto… suelta. En ese duro y gran ejercicio te habrás reconocido como hijo preparado para andar por el mundo sin necesidad de pedir ya nada más ni a nadie. Eres un ser completo y estás listo para aportar a los demás sin colocarles en el lugar de tu «padre», que no les corresponde, y sin ponerte tú como empresario o jefe (paternalista o déspota juez), en esa figura que tampoco te corresponde, aunque alguien te lo reclame de alguna manera porque no ha hecho ese proceso.

Yo eliminaría de los manuales ese apartado y lo cambiaría: Reconocimiento = Aceptación + valoración + gratitud. Estos sí son valores por los que sería deseable que se rigiera cualquier organización humana y entonces podrás saber si estás alineado con esa empresa, con ese negocio o con tu jefe. Pero no ya desde el reclamo de palabras y hechos hacia tu persona, sino desde la voluntad individual de bajo qué criterios y valores descansa tu relación con los demás.

De nuevo EGO sale de escena cuando deja de ser una víctima (sujeto pasivo del reconocimiento en el trabajo) para entrar en escena el SER, que toma las riendas de su vida y se hace responsable de lo que en ella acontece.

2 comments

  1. ¿A quien no le gusta que le reconozcan?
    Supongo que alguien que participa, en calidad de sospechoso, en una rueda de reconocimiento.

  2. Laura Segovia

    ¿Sería gustar el verbo apropiado? En esta circunstancia, el reconocimiento de que no quieres ser reconocido es ya suficiente reconocimiento de lo que no quieres que se conozca…

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