El marketing y sus anfitriones: el valor, el placer y el chocolate

Me volvió a reunir FUNDESEM para conocer al Club Marketing Mediterráneo y reconozco que siempre pico en este tema pensando que algo diferente nos van a contar las personas que en primera persona viven de este mundo, pero no, mira que no aprendo: el marketing es consustancial a la vida y la vida ya está contada… aunque difieran las versiones. Los acompañantes del marketing pueden resumirse en dos: el valor, o reglas que cada empresa aplica para guiarse en el mercado; el placer, por las sensaciones y emociones que guían al consumidor: ¿Y el chocolate? porque está tan bueno. Cualquiera podría vender un producto que parece venderse solo, si no fuera por la competencia, la visibilidad, la confianza, etc.

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Abre el acto el Vicepresidente de la Asociación (el Club, para los amigos) José Antonio Moreno, que con una sonrisa y buenas palabras nos adelanta lo que viene: el título de la ponencia del Presidente del Club, del que soy incapaz de recordar por su excesiva extensión, y a continuación, el encargado de enseñarnos lo que es placer adulto y seguro que no preciso decir de qué empresa se trata.

Así que en primer lugar, Juanma Baixauli desde el atril, nos detalla los tres objetivos del Club. El primero es hacer crecer a este ente sin permanecer estático. El segundo es acercar el marketing a la empresa y por último, dotar al marketing de la rigurosidad, seriedad y rendición de cuentas que se exige a otras profesiones. Para ello nos ilustra con varios ejemplos, médicos y conductores de aviones, verbigracia, a los que se les exige rigurosidad en protocolos y métodos para alcanzar resultados obviamente predecibles, pues para eso se siguen ¿no? Pero entonces… pero… pero… ¿el marketing trabaja con protocolos rigurosos para perseguir resultados previsibles?

Bueno, hasta aquí no me hubiera conformando con la charla, mas creo que el propio ponente se da cuenta que en este campo (de ahí su grandeza) tratamos con imponderables, pues seguidamente nos desmonta su argumento anterior poniéndonos casos de libro donde los empresarios se saltan todas las reglas para ir a por su sueño: véase el caso Barceló en Punta Cana, y encima triunfan. ¿Visión, suerte, genialidad, chiripa, excepción, regla de éxito?

Es que claro, «acertar» en el cerebro emocional del consumidor es casi tan complicado como predecir los ciclos económicos. Los consumidores responden por impulsos, demandan por caprichos, crean modas efímeras o consolidan durante décadas productos impensables y nadie a día de hoy es capaz de crear un método donde esto encaje. ¿Qué podemos hacer? Mandar a los cazadores de tendencias y a los economistas por delante para luego tener bien documentado el fiasco.

De todas formas, pretender que el éxito o fracaso de unas ventas se deba al departamento de marketing, es encumbrarlos al «axioma» repetido en la jornada de que todo es marketing y no tendremos más remedio que pagarles un pastizal como dioses que son, para luego ver cómo, pese a seguir el mismo método con rigurosidad, fallan estrepitosamente. Entonces ¿qué premiamos? ¿el ajuste al protocolo, el ensayo y error? ¿la innovación? ¿o acaso esperamos genialidad? Difícil decisión…

Para rematar esta ausencia de respuesta clara, viene Pedro López, Consejero Delegado de Chocolates Valor y nos enseña su premiado modelo sui generis: la constancia en nuestro know how nos ha costado más noes que síes (¿qué fue del abandona tu estrategia si el mercado te indica que…?) y nos distingue precisamente la poca relevancia o presencia en medios publicitarios (¿comunicar a través del silencio? ¿y esto cómo se hace?)

Cierra el acto con una preciosa proclama recogida en la puerta de una tienda de un lugar llamado mundo, que resumo en que el cliente es el propósito de toda acción o idea y… En ese sentido todo es marketing, incluido este post.