Descubrimientos

Seguimos en la Era de los descubrimientos. No hemos dejado de estar nunca. Si bien es cierto que ya no pasan siglos desde uno muy trascendental a otro, seguimos descubriendo el mundo. A pasos agigantados. Sin destajo. Descubrimientos destacados. Muy destacados. Y parece que ninguno es más que otro, todos han sido necesarios para que estemos hoy contando esta Historia.

Estaba escuchando un programa de radio donde, hablando de la época de Cristóbal Colón, se comentaba que los descubrimientos se sucedían a diario. ¿Acaso ahora no?

¿Se imaginan este mundo sin internet? No hay película, libro, video o charla que al partir de tal premisa no nos acogote. Cuando les hago esa pregunta a mis hijos me miran con el mismo pasmo que yo escuchaba a mi abuela referirse a su vida de campo sin electricidad y agua corriente… ¡Una vida actual o futura sin internet!

Todavía se sigue invirtiendo en conocer el cosmos como si allí estuvieran todas las respuestas. Con el mismo frenesí que ahora se está empezando en invertir en conocer el interior de las personas. Y en verdad, en todas partes se hallan las respuestas.

La Humanidad, carente de la autoconciencia que hemos llegado a desarrollar hoy día, solo podían conocer el mundo que se encontraba fuera de ellos. Sus ojos miraban hacia el exterior. Sus oídos escuchaban sonidos del ambiente. Sus sentidos y emociones se encontraban a disposición del entorno, de lo ajeno.

Hasta Dios se encontraba arriba, en los cielos, fuera de nosotros. No podía pensarse más que en un ser supremo, en una conciencia aparte, en un fin y razón diferenciado del nuestro. Nace nuestro EGO. Gracias a él hemos andando este camino. El ego nos ha ayudado, nos ha rescatado de la esclavitud de la masa hacia un mundo individual de libre albedrío.

Si bien este ego guardián se lo ha cobrado con un alto precio…

Una vez que la Humanidad ya sabe situarse, medirse, mezclarse y experimentarse con lo de afuera, precisa mirarse el ombligo. Primero lo hacemos muy torpemente. Lógico. Y entonces lo centramos todo en nosotros. Nosotros somos los dioses de toda la creación. Los niños bonitos.

Nuestro ego crece y crece, al tiempo que nos permite ir adiestrando nuestra conciencia. Nos vamos iluminando de conocimiento y sabiduría. Entre ese escoger libre, nos vamos quitando programas de serie que nos limitaban y lo hasta entonces ignorado, se nos queda al alcance de la mano.

Despertamos a nuestro ser, nuestra esencia. ¡Esto sí es todo un descubrimiento! No hacía falta haberse ido tan lejos para contemplar la creación del Universo. Nosotros somos parte del Universo. El Universo habita en nosotros. El Universo es «Dios». Dios es conciencia. Nosotros compartimos esa conciencia. Nosotros somos Dios.

Ahora nuestra mirada, nuestro escuchar, sentir y pensar se enfoca en nuestro interior. No exactamente ya en el ombligo, sino en el centro de nuestro ser. Nuestra puntería se afina hacia la esencia del Universo. Y no está más que en cada partícula llena o vacía del cosmos.

Y da lo mismo si te vas de la tierra al mar, del mar al cielo, del cielo a la onda, de la onda a la luz, de la luz a… Todavía todo está por descubrir.

 

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