Desarreglos equis horas

De esto que me dio por fijarme, cosa rara, pero me tocaron el bolsillo rascando calderilla al fondo cuando yo tenía ya preparado el monedero y me tocaron los… los bolsillos.

Pido un presupuesto para arreglar un ordenador a un negocio, y aunque de palabra y sobrentendiendo cuál era la causa, me indica un precio a confirmar en unos días. Le pregunto, más por curiosidad que por picardía, cuánto tiempo le llevaría hacerlo y me responde que apenas 20 minutos, que incluso hay una parte que yo me puedo hacer gratis, pero le admito que mi pasión por estas máquinas se asemeja a la de Steve Jobs, o sea, sus usos, no sus entresijos.

Mi sorpresa es cuando recibo el detallado presupuesto con el coste de la reparación y una hora de trabajo a 60 euros la susodicha. Ya sé que la suma de ambos conceptos coincide más o menos con lo que me había indicado en un principio, pero esto de desglosar la mano de obra… Si van al mismo tipo de IVA. Si a mí me da igual que el tío sea un manitas y lo termine en 10 minutos o un manazas y no atine ni en 3 horas… ¿Qué más me da a mí?

A todo trabajo le supongo mano de obra, o de máquina manejada por mano. ¿Acaso un abogado, un panadero, un dentista, un contable o un dependiente de tienda no emplean tiempo para su desempeño?

Me ha parecido absurdo ese desglose especificando además, algo que ni siquiera es cierto. ¿Ha cuadrado los 60 minutos desde que cogió mi artilugio y lo depositó sobre el mostrador? La información sobre su hora rentable calculada me resulta ilustrativa y ejemplificadora para mi estadística, pero irrelevante para el servicio que me presta.

Y como quiera que la mente y las casualidades son así, llevé mi coche casi el mismo día a cambiar la batería y me han cobrado en un pack completo un precio, viendo como unas manos, a las que desconozco en cuanto se le valora su tiempo, me realizaban el trabajo por el precio pactado. Cuando me han dado la factura que he abonado no venía nada desglosado, ni los ratitos del muchacho, ni los watios de luz empleados, ni los centímetros de suela desgastados por el desplazamiento de sus pies, ni siquiera el incremento de hollín que ha dejado mi vehículo. Como por arte de magia, en el precio que me dijeron venía implícito hasta el papel donde me han impreso la factura.

Y es que hay cosas que siguen su curso rutinario de como se hacían y se mantienen sin pensar más. O se hacen por razones ya pasadas de contexto, porque no creo que quisiera decir que si al final le lleva dos horas repararlo, le estoy dando pie a que se lo pague… Yo creo que no ¿verdad? Pues entonces no comprendo…

Estoy tentada de hacer lo que mi grandiosa madre le hizo a un feliz inicial y luego no tanto, reparador de electrodomésticos. Eran buenos tiempos para los oficios, cosa de la que me alegro, pero con límites sobre la felicidad ajena, claro. El caso es que fue llamado por un calentador a gas que no funcionaba un frío invierno. Se habrá obturado, pero vamos para allá, le cobramos el desplazamiento y el tiempo, en todo caso. Así fue pactado el servicio.

Resultó ser la obturación anunciada pues llevaba tiempo sin usarse. Con un alfiler lo arregla en dos minutos y dos más de saludos y camino lento hacia el cuerpo del delito. Tome, factura, 90 por desplazarme, 60 por el tiempo empleado y un 20% de elevación de mi sonrisa con efecto toca… bolsillos.

Con ese cuajo que sólo a mi madre le sale y que por mucho que yo intento emularla no hay manera, le ofrece un taburete y le dice: pues tome asiento para los 55 minutos restantes que le quedan para completar el servicio. Por supuesto, el hombretón que se las hacía felices no entró en discusiones con ella y dócilmente se prestó a sentarse.

Yo de vez en cuando pasaba por la puerta de la cocina sin dar crédito a la escena. Mi madre tan campante se volvió al salón a leer el periódico y este pobre hombre mirando las quietas manecillas del reloj. A los 30 minutos, mi madre «le levantó el castigo», le dijo que al contrario que él, ella no era capaz de ser tan exigente con las normas y que si bien él no le recortaba ni siquiera 30 minutos de un tiempo no empleado, ella sí lo iba a hacer. Aquel señor no dijo nada más que gracias y se marchó.

A mí de todo esto lo que me quedó es que si uno desglosa un concepto es porque es verdadero y tiene un valor diferenciado y en estos casos, el tiempo podría ser exigible en su totalidad. Así que allí donde en tu factura pones la diferencia, has puesto el foco para la exigencia.

PD: Acabo de incorporar el concepto de «Equis euros por no perder la sonrisa».

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