De talentos y demás posibles

Se supone que nacemos o nos criamos con ellos, con los talentos, pero creo que la inmensa mayoría empezamos a conocerlos cuando ya están medio atrofiados. Mira que es una preciosa palabra, pronúnciala en voz baja tal como la escribo: taleeeennnnntoo… Se llena la boca para seguidamente cerrarla bien y luego dejarla entreabierta para que fluya. Es motivadora, esperanzadora, optimista, empodera de alguna forma la mera idea de pensarla.

Lo malo es que como se asocia a los demás porque nos han enseñado para detectar en qué fallamos y no en qué destacamos, parece que está reservado para deportistas, magnates, artistas y dos o tres cercanos muy sobresalientes. Siempre, y generalizo bien cuando digo siempre que hago un ejercicio con mis alumnos de que plasmen sus talentos salta alguien o muchos que levantan la mano. Es el momento  «frase»:

—Yo no tengo ningún talento especial.

—No hablamos de talentos especiales, hablamos de los humanos, de los de andar por casa.

—Pero eso no son talentos.

Perfecto, llega el momento «concepto»:

—Define qué es talento para ti.

Y aquí ya hay variedad, tanta, que si quieres ilustrarte, pásate por clase. Hay desde definiciones puras de éxito, (que digo yo que qué tendrá que ver el talento con sus resultados sociales), hasta categorías de actividades corrientes convertidas en extraordinarias precisamente por emplear otros talentos.

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Existe mucha confusión de lo que un talento es, de cómo entrenarlo o de cómo sacarle partido. Por no citar al DRAE, aunque obviamente haya sido lo primero en consultar, así como teorías varias y principalmente el estudio que más me convence, el realizado por George Gallup, un talento es un punto fuerte, es una habilidad innata que no cuesta realizar y que dominamos sin excesivo esfuerzo.

Solos o combinados con otros nos hará competentes para unas actividades más que para otras. Pero… ¿y si no las ves? ¿y si no las pules? Es como tener un motor Ferrari y circular a 50 con mala gasolina  bajo un chasis de un Dacia… Nadie lo diría… y al final terminamos por no verlo nosotros mismos.

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Luego hay otras series de talentos que uno desarrolla a base de aprendizaje, de experiencia, de estudio y trabajo, de casualidad o de necesidad forzosa. Eso me ha pasado a mis tiernos 40 añitos. Acabo de descubrir, como quien dice, que tengo capacidad de seducción…

Como abogada se ve que la he tenido, para argumentar una demanda, para conseguir un cliente, para persuadir en una negociación, para todas esas cosas ponía esta habilidad en marcha sin ser consciente del todo. Pensaba que esto sucedía porque me esforzaba, porque trabajaba, intervenía la suerte o por empeño, no porque fuera un conjunto de habilidades concretas que hubiera que desplegar.

Sin embargo en materia de ligues o emparejes lo reconocemos inmediatamente y la ponemos a mejorar hasta que lo conseguimos. Yo aquí también la veo esencial: o seduces o estás muerto, porque entonces te seducen los demás y en vez de escoger lo que tú quieres, caes en las redes del que escoge…

Como escritora es un imprescindible. Si tu mensaje, tu historia, o tus formas no seducen, mejor copia y pega frases de Benedetti o Coelho, narrativas de moda o temáticas emergentes. Algo de seducción debes de emplear, ya quieras ser un mal bestseller o una joya inédita pero releída en tu casa.

Y si como profesora (formadora, facilitadora, ponente) no la tuviera y trabajara incluso más que mi parte de contenido no tendría sentido para mí esta profesión. Más que prepararme el tema, el material o documentarme, me esfuerzo en llevármelos, en metérmelos en el bolsillo porque sólo así sé que se implicarán en su propio aprendizaje.

Pues sí, la seducción es un talento que se entrena, es una práctica que con el tiempo se pule y orientada a una finalidad constructiva (por ejemplo, la oratoria, la venta, la formación, la política, la escritura) para mí, una de las mejores armas.

Todo se resume a una faceta de la Comunicación y la voy a tomar como ejemplo. La comunicación es una habilidad innata en todos los humanos, pero no la disponemos ni en el  mismo grado, ni en la misma forma, ni con la mezcla de los mismos ingredientes, ni combinada de la misma manera.

Ciertamente, el talento en sí únicamente es la disposición a, que requiere de práctica y oficio. Quizá por eso le de tanta grima a un amigo y gran profesional que le llamen talentoso.

—Es como llamarme futurible ¿es que no soy presente?

Todos tenemos posibilidades = talentos, pero no ponerlos en marcha nos deja como meros peleles porque nos desprovee de nuestra mayor eficiencia, nos deja sin destacar y nos obliga a hacer cosas que no nos son connaturales. Competir en una liga de talentosos y pretender ganarles sólo a base de entreno es un modelo desgastante que desgraciadamente se instauró en nuestro sistema educativo. Te hace fuerte, te saca músculo, no lo niego, pero desmotiva y frustra. Y sé lo que digo porque pasé por ello muchos años estudiando la carrera de música, piano y coro teniendo un oído enfrente del otro. Y por contra, al no desarrollar y enfocarte en los tuyos desaprovechas las únicas ventajas que te vienen gratis.

Luego viene el «segundo momento» que a mí más me intriga… ¿para qué? ¿para qué quieres ese talento? ¿para qué lo vas a emplear? ¿con qué fin? De verdad que desde que vi la película de «El silencio de los corderos» no me escapo…

Tener ese talento, esa capacidad de inteligencia ¿al servicio de qué? Como «El Padrino», un tío tan astuto para oler negocios y se decanta por mercadear con la carne humana. Y ya, la película estrella para ilustrarlo «Atrápeme, si puedes», basada en hechos reales y donde un niñato (cual nuestro pequeño Nicolás) desafía al mismísimo FBI como delincuente falsificador, pasando luego a ser inspector de esos mismo delitos. La cara y cruz de un talento.

Todo esto para hablar de talentos, habilidades y ya cuando uno se viene arriba, llega nuestra incultura, inexperiencia, sobreprotección y deseducación para decirnos: no está bien hablar de tus talentos, va a parecer vanidad… Ya nos esforzamos bastante desde muy temprana edad para señalarte los errores… Hay que ser humilde en su peor acepción de sumisión y recordatorio de defectos por encima de virtudes… Sólo reconoceremos por talentos los que se contengan en la caja que digamos… Si ello no te permite alcanzar el éxito social que entendemos, eso no es talento, ni nada… Ojo que igual para saber explotarlo y convertirlo en tu medio de vida se requiere de otro talento que careces, pero… Y ojo que para detectar talento ajeno hay que poseerlo también, pero…

De manera, que sólo unos pocos se escapan y entonces decimos que el talento es para esos pocos, famosos (porque además sabemos de ellos porque son famosos porque de lo contrario no los conoceríamos) y que viven de ello muy bien (porque esos pocos y famosos suelen tener dinero porque para eso son pocos y famosos) Y así dicho, como en mi clase… ¿puedes poner en esta hoja tus talentos?

One comment

  1. Carlos Riveros Chahuayo

    Nuestro creador nos lego talentos, los cuales al no hacernos un autoanalisis no podemos identificarlos. Es de vital importancia conocerlos y saber en que grado uno lo esta haciendo uso para si mismo y para servir a sus semejantes. La experiencia, el lograr conocimiento por medio del estudio, la accion y ante todo la fe haran que desarrolles esos talentos.

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