De fuertes principios éticos, de baja moral.

Andaba hablando con un amigo sobre esta expresión porque le chocó que dijera que soy de baja moral. Ciertamente no hablaba de “moralidad”, ni de “moralina”, ni mucho menos que carezca de valores o que no los siga, tan sólo que mi moral se relaja ante los demás. Me voy a explicar, que me veo venir las llamadas que voy a recibir de clientes nuevos a partir de hoy…

Cuando uno relaja su moral acrecienta su ética y añade valor a sus relaciones sociales. La verdad es que leí un artículo que hablaba de ello y con mi pésima costumbre de mirarlo todo en el Diccionario de la RAE, casi doy por zanjada la cuestión: este tío del artículo se ha equivocado, es lo mismo. Pero, pese a grandes detractores de la Wikipedia, y sin tiempo para profundizar en los clásicos filósofos, volví a comprender los términos tras su leída.

La ética parece ser que estudia desde un punto de vista racional, crítico y analítico, los valores y principios por los que nos regimos aquí, allí o donde estás tú; mientras que la moral hace referencia al conjunto de ideas por las que nos regimos nosotros mismos y que “por supuesto” no es extrapolable a los demás. Y ahí reside todo, en ese “por supuesto” que muchos dan por supuesto que supone que sí.

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A ver, yo me rijo por mis principios, fruto de mi educación, mi experiencia, mi aprendizaje, revisión, actualización o lo que sea que ha guiado mi vida hasta hoy. Es decir, yo actúo conforme a la ética cuando sé que mis valores no son absolutos, ni se pueden aplicar a todo el mundo y que, incluso, a veces limitan o constriñen mi conducta y por tanto, entiendo que el de enfrente tenga los suyos, que pueden o no coincidir con los míos porque en mi familia no cabía, fue al otro colegio de su barrio donde quedaban plazas, o le pasaron cosas diferentes a mí y quizá los hechos le confirmaron que actuando de esa manera, conseguía vivir en paz consigo mismo.

Mas… la moral… la moral nos convierte en rígidos defensores de nuestras razones, en repetidores de llaves que abren nuestras mismas puertas y claro, no aceptamos que rompan nuestro juego e intenten entrar con ganzúa. ¿Qué se han creído? ¿acaso no conocen que esto se hace bien así? ¿Cómo voy a estar actuando mal? No lo haría en caso contrario de pensarlo, etc, etc…

Sé que existen valores por así decir, como más absolutos, pero hasta en los más básicos a veces discrepamos: eutanasia, aborto, libertad, legítima defensa. Imagínate en los más veniales: propiedad, amistad, justicia, reparto de riqueza y recursos… ¿Cómo vamos a pensar todos de la misma manera y actuar igual en las mismas circunstancias? Si a veces hasta nos llevamos sorpresas de nosotros mismos.

A modo de resumen diremos que la ética nos permite observar las cosas como son, pues llegamos a discernir lo que es nuestro prisma y el que puede ser de los demás y la moral, por el contrario, nos hace ver lo que debería ser y rechazar lo que no debe ser. ¿Algo así como la diferencia entre la filosofía y la religión?

Se asegura que para convivir en armonía precisamos personas a nuestro alrededor que compartan nuestros mismos valores, sin embargo yo creo que esto no sirve más que para regodearnos en cuánta razón llevamos por pensar de la manera que lo hacemos. Nos puede hacer más armónicos aparentemente, pero nos vuelve intransigentes con lo no coincidente y casi, casi, llega a enfrentarnos con todo bicho viviente. ¿Qué no? Señores, les reto a que rellenen un test sobre valores con gente que consideran muy afín y luego comparen resultados. Ni dentro de una misma familia, ni todos los hijos o hermanos, ni todos los creyentes, seguidores, miembros de un club, ni amigos tenemos la misma escala ni priorizamos unos valores sobre otros en las mismas situaciones.

Lo dicho: prefiero relajar mi moral y con ello dejar de tener “la razón” y aumentar mi ética.