De cómo ir a buscar paz y salir en guerra

Estaba escrito en las estrellas (en mi muro de Face, sin ir más lejos), que la convocatoria para ir a un Taller de Resolución de conflictos es el anzuelo para encontrarte con los conflictos en la cara y salir más lleno si cabe. ¿Pero quién a estas alturas cree que los conflictos se resuelven? Valeee, lo admito, voy de listilla con cierta ventaja, los del gremio de mediación a veces osamos pensar que todo el mundo maneja los mismos términos…

Los conflictos no se resuelven en el sentido estricto de la palabra, no encuentran una cura que disipe la situación, encuentran su cauce para transformarnos. Quedó así como metafórico, lo siento, pero es que si partimos de que cada uno tiene sus intereses y que tan legítimos como los nuestros son los de los demás, cuando los intereses se cruzan, chocan o superponen, hemos de encontrar su acople en este gran mundo, no acabar con ellos de raíz y además, todavía no existe «la cosa» que pase por nuestras vidas y no nos transforme.

Necesitamos moldear nuestras creencias, nuestros puntos de vista y nuestras rigideces para dejar cabida a los demás. Sin los demás no existirían conflictos, pero es que los intereses de cada uno están ahí, no desaparecen, no se «resuelven», somos nosotros los que tenemos que aprender a convivir con ellos.

El ejemplo claro de resistencia a la transformación lo tenemos en aquel que pretende vivir en una comunidad de vecinos como si estuviera en una casa apartada en el campo. Ni acepta «las manías» de los vecinos de usar, pasar o discurrir por las zonas comunes, ni tampoco comprende que sus pequeños «actos regios» no sean soportados estoicamente por los lugareños. Es lo que siempre se ha dicho que si no quieres tener conflictos vecinales, no vivas en vecindad.

Así que con la premisa de que los conflictos no se finiquitan, extinguen o desaparecen, en el Centro de Excelencia en Villajoyosa, llegamos a la conclusión de que no sólo debemos enfrentarlos, sino que son necesarios para que la empresa avance. ¿Cómo? me preguntó alguien. Pues tal como suena.

Sin interacción, sin intereses nuevos, diferentes o contrapuestos, no generaríamos nuevas ideas de negocio, no buscaríamos soluciones y no obtendríamos nuevos clientes o ampliaríamos mercados. No avanzaríamos porque todo estaría repartido ya entre empresas complacientes y clientes satisfechos. Y tampoco la empresa se regeneraría en personal, en socios, en nuevos métodos, nuevas ideas, nuevas formas de dirigir… La empresa necesita como todo ser vivo atravesar fases y está más que comprobado, que para salir de una fase y lanzarnos a otra nos tiene que molestar o venir pequeño el traje, o sea, entrar en conflicto.

Hay incluso un oficio consistente en que un fulano se dedica a aflorar las tensiones latentes con el fin de tratarlas, pues ya se sabe que lo que no se digiere, indigesta y sale… No es que vaya buscando camorra, simplemente pone de manifiesto lo que todos saben, todos callan y todos se comportan.

Pero claro, como no tenemos cultura de «bienvenido conflicto, pase y arrégleme la vida», pues se ha mal etiquetado como cizañero, discutidor, rompedor de relaciones, desagradable, violento, innecesario, inarmónico, etc, etc. ¿Y qué hacemos en cuanto olemos conflicto? pues o bien lo esquivamos o bien atropellamos al que se nos ponga por delante. Pero no porque sea una situación en sí mala, sino porque nuestra gestión de la misma sí lo es, perdiendo así la oportunidad de encontrar en el conflicto una gran fuente de aprendizaje.

Una cosa llevó a la otra y no podía entenderse la empresa sin la familia y la familia sin la Navidad, así que les mandé como tarea post grado que se fijaran en estas entrañables fiestas en los estilos que más predominan para mal afrontar los conflictos: evitación o dominación. De manera que algunos estarán atentos a las viandas y regalos y otros andarán recopilando gestos sutiles de una cordialidad  forzada, o esquivando pullas a diestro y siniestro.

El colofón lo cerró un alumno que saltó entusiasmado al final del curso: ¡A partir de ahora buscaré los conflictos! Ahora ya sé cómo se sintió Frankenstein frente a su monstruo ;·)