De aprobado a excelente

La excelencia es un concepto que ya de suyo apabulla, al menos a mí me pasaba eso. La excelencia… ¿y qué demonios significará esa palabra cuando la pronuncian así como llenándose la boca? Cuando me hablaban de excelencia me venía a la cabeza un ser idílico, algo así como cercano a la perfección que llevaba bata blanca impoluta recién lavada en Ariel sin manchas (y menos de sudor) que te entrega con sonrisa profident un dossier gordo sin faltas ni de sangría, a pesar de haberlo elaborado en escasamente media hora. En resumidas cuentas, que da asquito escucharle o verle porque sabes que jamás llegarás a ello.

Así que huía de ese estereotipo y me iba hacia el «aprobado». No está mal, me he dicho las veces que me he encontrado el 5, estoy en la media, allí donde todo abunda, donde ni estás fuera, ni te vas a salir de llegar. Estás. Simplemente te encuentras en la mediocridad, que no inmundicia, estás en la sencilla mediocridad.

¿Qué tal haces esto? Bien. ¿Cómo te manejas allá? Suficiente. ¿Nivel de inglés? Llego a leer, pero hablarlo, ni en la intimidad, ni tomando café en la Plaza Mayor… (nivel medio español, que llamamos) ¿Qué tal se te da? Normal. ¿Cómo es tu desempeño? En la media. ¿Qué tal te va? Tirando. ¿Dirías que te encuentras…? En el mapa. ¿Para el año que viene? Virgencita, que me quede como estoy… Vaya, expresiones de nuestro «cancionero tradicional», que estoy segura que si las respuestas que nos dan nos lo dicen con sonrisa y aún siendo sinceras y reales van del estupendo, genial, que me salgo, excelente, me como el mundo y tal, los miramos como bichos raros buscando vestigios de substancias espitosas o costuras forzadas en sus trajes de ego ensanchado.

Tengo mis teorías de por qué pasa esto, y una de ellas parte de un post que escribí hace poco («El esfuerzo de lo dulce») A raíz de mi pregunta ¿En qué sueles enfocar tu esfuerzo: en lo que te cuesta o en lo que mejor te sale? iba leyendo con atención las respuestas…

haiku_mediocre_virtud_grande

Algunas tan buenas, que ya no distingo si las pensaba antes o fui convencida nada más leerlas. El caso es que yo sí les he contado siempre a mis alumnos que tienen dos formas de usar su energía, esfuerzo, vitalidad o recursos: yendo hacia la mediocridad o hacia la excelencia.

La cara que me ponen… Pero entonces me planto delante de ellos y les digo: Esto es una línea y aquí, donde me sitúo ahora es el cero y a mi derecha allá queda el 10. Si yo parto del cero y me esfuerzo (y adelanto un paso), es probable que llegue al 5: mediocridad. Mientras que si yo parto del 5 (y desde esa mitad de camino avanzo otro paso) es más que probable que durante el mismo tiempo o esfuerzo empleado llegue al 10: excelencia.

Cuando yo digo que parto del cero, me refiero a esas habilidades que no se nos dan bien, que no son talentos nuestros y que siempre nos han costado un mundo llegar al «aprobado raspado». Y ojo, no pasa nada, todos tenemos que hacer esfuerzos en esas cosas necesarias para funcionar mínimamente. Eso sí, sin olvidar que somos mediocres en eso, que estamos en la media, que no despuntamos, pero nos sirve esa competencia regular. Vamos, es casi la mayoría de las habilidades o tareas que realizamos a diario. ¿Ejemplo? Casi todo el mundo conduce, pero no me digas que  casi todos nacieron con gasolina corriendo por sus venas…

Pues bien, cuando digo que parto del 5, estoy pensando en esas competencias con las que venimos de serie, por genes, por carácter, por educación o por temprano aprendizaje. Son esos talentos innatos que nos hacen sobresalir, son esas pequeñas cosas que hacemos que nos destaca de los demás, son esas cualidades que hasta el que te acaba de conocer las detecta. Y no hablo de escribir un best seller, de componer el hit, de ganar un Nobel, de obtener una estrella Michelín o hartarte de ganar pasta con tu empresa.

Hablo de cosas tan «corrientes» como organizar una fiesta inolvidable para tu pareja, arrancar una sonrisa en una reunión tensa, explicar al tarugo de tu hermano pequeño lo que el profe con sus estudios de pedagogía no consiguió, leer en el rostro de alguien su estado de ánimo sin que abra la boca, extraer la esencia en un insoportable informe de doscientas páginas, haber ideado un producto antes de que saliera al mercado y fuera la novedad del año, venderle a un parado el manifiesto «rechace su próximo empleo y siéntase a gusto por ello», invitar a comer a tu casa a 20 y que lloren por ir al día siguiente al mejor restaurante de la ciudad, envolver un boli Bic de manera que todo quisqui lo desee al instante…

Imagínate partir con ventaja en acciones en las que además pusiéramos empeño, disfrutáramos con ello y obtuviéramos nuestros mejores resultados, reconocimiento, autovalía… No digo con ello que no tengamos que aprender inglés, tecnología y esas cosas ;·) pero que no nos ciegue llegar a estar en la mediocridad para subsistir, con seguir enfocándonos en lo que nos hará ser excelentes y felices.