Ciudadanos, ciudadanas y ciudadan@s

Menuda perogrullada de contestación que ha hecho la RAE a los ciudadanos y ciudadanas de este país. Y quiero puntualizar que expreso este desdoblamiento admitido por esta Real Academia de la Lengua precisamente apelando a que esta mención explícita del género femenino sí es relevante para lo que voy a expresar.

Pues claro que es redundante decir ciudadanos y ciudadanas. Por supuesto que hiere la economía del habla y enlentece los mensajes. Obvio es también que no se ajusta a las estrictas normas lingüísticas decir todos y todas, niños y niñas. ¿Le cabe duda a alguien?

Pero es que eso no es lo que se discute. No nos quedemos en la forma, vayamos a la intención de la expresión. No está en juego la corrección, estimados miembros de esa Academia, se comete adrede tal aberración de la gramática con la única y exclusiva finalidad de poner de relieve el sexismo que nuestras normas lingüísticas encierran.

Las normas o reglas gramaticales no son casuales, ni siquiera son así por gracia real o divina. Son así porque los hombres (aquí utilizado en su sentido estricto de género que excluye de ese plural a las mujeres) las crearon, modificaron y mantuvieron.

Yo, que me declaro del sexo femenino y que pertenezco para la sociedad al género femenino, cuando disfruto de dirigirme a mis congéneres mujeres, me maravillo de tener la posibilidad, de la que carecen los hombres, de poder hablar con ellas y para ellas, con todo el peso consuetudinario de la tradición lingüística, en plural femenino.

Y así, todas las allí presentes somos ciudadanas, trabajadoras, madres y humanas. E incluso, si llegara el caso, si me apeteciera en un grado de normalidad aceptado, puedo hacer alarde de generosidad e incluir al resto de hombres y que mi discurso para con ellas fuera expresado en plural masculino. Nos quedaríamos tan panchas pensando que aunque no fuera del todo correcto mi ajuste de la realidad, bien podría tragar la RAE con ello y que yo ante un público sin nuez en el cuello y bajos niveles de testosterona pudiera decir: Bienvenidos sois todos los aquí presentes. No creo que pusiera el grito en el cielo ¿verdad?

Supongo que la RAE lo dejaría pasar pensando que en el fondo pretendía aunar a toda la especie humana y aunque fuera figurativo mi discurso, admitiría esa licencia que me tomara sin chistar. Pero si en el primero de los casos, donde una casi exclusiva asistencia de mujeres fuera rota por un solo representante del género masculino, si yo osara continuar ignorando su presencia expresándome en plural femenino, bien podría ser tachada de inculta, ignorante o enjuiciarme por despreciar o excluir a la minoría contraviniendo normas lingüísticas.

Eso seguramente es lo que pasó con las AMPAs, las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos, que cita un artículo del blog «Actualidad literaria» del que dejo aquí su enlace. La RAE advierte y quiere poner fin al uso «ciudadanos y ciudadanas»

No entiendo por qué se llevan las pezuñas a la cabeza, estaba claro que era más que necesario que se especificara que esas asociaciones se refieren no sólo a los padres. Se ha admitido hasta ahora como la cosa más normal del mundo que sean asociaciones redundantes de padres y madres porque resultaría el colmo que se utilizara sólo el masculino por uno o alguno de los padres que acudiera con asiduidad. Y además, sabe la RAE de sobra que se ha admitido hasta ahora precisamente por sexismo: no podía dejarse la cosa en manos de la paternidad  únicamente,  había que involucrar a las madres cuando de criaturas y educación se trataba.

Nunca me ha parecido que la discriminación por género laboral, lingüística, social o emocional sea beneficiosa, siempre perjudica a la sociedad en su conjunto.

Y que conste, que yo como usuaria apasionada del lenguaje, o sea, como escritora, intento ajustarme a las normas que me sirven de herramienta para expresarme, pero los políticos y políticas de este país juegan en otros escenarios y contextos. A ellos y a ellas les toca hacer reivindicaciones desde la retórica, la oratoria, la persuasión la influencia o la disrupción.

Apelar a los ciudadanos y ciudadanas no es por ignorancia o incorrección lingüística, es por reivindicación manifiesta. Bien podrían emplear palabras neutras: ciudadanía, civiles… Mas  no tienen la misma fuerza de movilización. La lengua, como los seres vivos que la utilizan, está en constante cambio y bien puede innovarse.

Puestos a elegir, prefiero una redundancia inclusiva que una ridícula, sexista y anacrónica norma estricta e inmutable.

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