Apretados

Oye, que te quiero un puñado…

De esos apretados, que calientan y no sueltan.

Como cuando agarro pistachos tostados, salados y ricos que me niego a compartir.

También cuando tomo en mi mano arena de la playa. Ese lugar del mundo que tanto contigo me gusta ir.

Pero no te creas que te quiero a montones.

De esos desordenados, que no importa el orden, ni la prioridad, ni el cuidado.

Igual que hago con los lápices, agrupándolos por colores para entretener la mente en una impaciente espera.

Tampoco cuando aparto con el pie las piedrecitas del parque de mis recreos contigo.

Que sí, que yo te quiero a raudales.

De los que levantan la falda de manera inesperada y sientan tan fresco y bien…

Como cuando en conversación de risas ya no puedes parar y todo es contagiosa tontería.

También cuando estamos en racha y entra el extra de dinero, las celebraciones y las divertidas manías.

Que no, que no te quiero a ratitos.

Que me das tanta hambre que me niego a comer miguitas, hacer la digestión entre plato y plato y anhelar el postre.

Como cuando ante una empinada cuesta subo a tramos y me engaño haciendo fotos del horizonte.

Tampoco cuando troceo la burocrática tarea para poder abordarla con prontitud y deleitarme en los mensajes.

Que yo te quiero con calma impaciente, con mucho presente y con alevosía.

Y apretados, que así me gusta la ropa que visten mis manos sobre tu cuerpo y que me enreda la mente en poesía.

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