Tú mismo

Maldito el tiempo que olvidaste tejer tu manto, sembrar en los campos que habitaste y lavar el llanto.

Endurecido te encuentro, viejo, sometido y al dolor acostumbrado.

Ahora me imploras una muerte dulce, rauda y honorable.

No te esfuerces, carezco de compasión, soy una enfermedad divina, soy tu soledad y haré de tu medicina.

Indiferente me es la duración, la intensidad del volumen, hasta si piensas que todo esfuerzo será en balde.

Podrías curarte, mas no gusto de dar oportunidades. Quiero que no te quede más que mi sempiterna presencia.

Observa desde los barrotes del muro que tú mismo alzaste en esta vida efímera que se te antoja eterna.

Siempre contigo, solo con tu compañía. No soy tan grave, tan solo tu soledad recrudecida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *