Morir con honor en tiempos de mitos

Hay una anécdota que se cuenta por ahí como ejemplo de lucidez que a mí me parece aterradora. ¿Conoces la historia de dos hombres frente a un león en la selva? Uno de ellos comienza a ponerse las Asics a toda pastilla y el otro muy sorprendido le pregunta:

—¿Estás tonto que crees que poniéndote las zapatillas vas a correr más que el león?

El runner, que se ve que además de carecer de estulticia carece también de escrúpulos a la par que mantiene una sangre fría y un exacerbado instinto de supervivencia le responde que no es tonto (como el vomitivo slogan de quien ha de repetirse el mensaje a modo de mantra para creérselo) que le basta con correr más rápido que él…

Y digo yo, que el que escucha tal respuesta de quien se supone era su compañero de aventuras, se lanzaría gozoso a los brazos del inocente león para ser devorado salvajemente antes que tomarse unas cañas con semejante espécimen. Ése lo que es la saga de Star Wars como que la visionó pero no la vio. Y lo de la aventura de la alpinista Edurne Pasabán le debió de parecer igual de historia de ciencia ficción e incluso de factoría Sugar Disney.

Si no puedes volver a casa con la frente alta y contar la hazaña tal cual y has precisado de quemar las zapatillas antes de hacerte la foto y echar mano de colirio para decorar unas lágrimas que más parecerían de alivio por no ser tú el alimento del felino indomable, más vale no regresar.

Disimula, tío, espera un tiempo para volver, di que te perdiste, que te dio mucho sol, que de un golpe en la periogenital no recuerdas muchos detalles, pero no seas tan osado de encumbrarte con métodos camuflados y luego fustigar al personal por no haber estado tan avispado como tú… Seguro que tienes en tu mesilla de noche libros del estilo «Cómo hacer para que te llamen B… (Brother) en vez de HP… (Hewlett Packard) como debiera ser».

Hay detalles y detalles, si no pasa nada si al salir corriendo te das cuenta que el de atrás ya no resuella y justo en el momento de plena glotonería del carnívoro no te paras a realizar la autopsia para mandar nota exacta a la parienta y honrar su memoria. Pero hacer de la pérdida de otro tu éxito…

Me pasaba de chiquitilla y me sigue pasando: si no encuentro contrincantes, colaboradores, cooperantes, competidores o gente de más admirar, me desmotivo. ¿Qué sentido tiene la meta si el camino es trillado? Desde un punto de vista utilitarista y no existencial, creo que uno no sólo vale por sí mismo, valemos conforme aportamos a la Sociedad, a la Naturaleza, a la Vida y eso es observable, medible y comparable. Uno no debe valer por el demérito del otro, por la inexistencia de alternativa. Como la serie esa americana «The Last Man on Earth», que se escogen porque no hay más y es hasta para pensárselo muy seriamente.

Fue rememorar la anécdota del espabilado y el descalzo y acordarme enseguida de ascensos profesionales, concursos concedidos o elecciones ganadas… El premio o recompensa personal ha de ser por ti. Lo contrario es otorgar Premios Limones por Naranjas. Todos creo que podemos imaginarnos a nosotros mismos encumbrados en un gran sarao con laureados cánticos a mayor gloria nuestra. Eso sí, no pidas a tu conciencia que acuda al evento, mejor le prestas las zapatillas ésas para salir corriendo.

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