Me han rechazado

No sé si hablar de esto, de que fui rechazada, es políticamente correcto. La mayoría de las personas no vamos contando calamidades de ese tipo. De los males fortuitos sí, esos son estupendos para contar incluso con todos sus detalles:

—Los resilientes o exitosos: cómo y cuándo salí reforzado y tú que lo escuchas y me pagas por ello…

—Los agradecidos: quién estuvo y me ayudó…

—Los rencorosos: quién faltó que tengo engrosando la lista de «a ti no»…

—Los optimistas: me llevé tanto de esa experiencia… sí me dejé los dientes, pero tengo labios para seguir sonriendo y sin caries…

—Los resignados: es lo que toca, es lo que hay…

Pero hablar del rechazo, de que nos dijeron no, cuesta más. De rechazos amorosos está la literatura, el Face y el Twitter lleno, de esos no podemos escaparnos, por mucho que se diga el corazón sigue mandando. Pero de rechazos profesionales…(mira el Linkedin, por ejemplo) esos se silencian, no vaya a ser que quedemos desacreditados o devaluados.

El caso es que es casi el mismo que el rechazo amoroso, pero claro, en éste bien podemos apelar al espíritu caprichoso del otro, a las circunstancias de los destinos en verdad buscados, a las traiciones y espurias intenciones… Queda todo como muy ajeno a nosotros, salvo los que gustan de una buena causa para restregarse en el lodo y se lo echan todo encima.

Del rechazo en el plano profesional no se habla mucho y creo que hay veces que debería pregonarse a los cuatro vientos. ¡No le gusto, no me compra! Debería ser motivo de orgullo que determinados sujetos no sean tu público. Si les gustas a esos… mala señal… algo no haces bien… Intentando gustar a todos, te pierdes dirigirte al que de verdad te puede apreciar. O a la inversa, si te diriges sólo a un tipo de cliente, a veces te quedas sin producto para ellos y piensas que tu producto no vale.

Pues a mí me ha pasado algo curioso con esto del rechazo. Presenté un libro a varias líneas de editoriales. Me convencí de que mi novela era de ese género y tenía que caber en ese género y así debía de ser. Una me rechazó sin más y me quedé igual, así que mantuve mi insistencia en otra. Al fin me ha rechazado, pero como dios manda, dándome la mejor bofetada con explicaciones.

Mi primera reacción fue de desilusión. Vaya… Pero conforme seguía leyendo la misiva de rechazo, no es que encontrara consuelo, es que encontré la solución. Me estoy enfocando en algo que no es. ¡¿Qué le voy a hacer?! Pues dirigirme a donde sí seré recibida, tal como incluso me sugiere el que me rechaza.

La cuestión es que ya tenía señales previas de que mis novelas no son de género romántico, pero… Con la primera que publiqué, La Casa del Libro, la FNAC y el Corte Inglés la metieron en «Novela Contemporánea», pero como a mí eso me sonaba a cajón de sastre, pues me empeñé en clasificarla en alguna de las pestañitas claras y concretas que vienen en las páginas webs. Me equivoqué.

Escribí otra novela y como había una historia de amor, sexo, sólo sexo, o amor con sexo, o no veas el tinglado que les monté a los personajes, la volví a catalogar como novela romántica, y no. Es una novela erótica-festiva o actual o como la vida misma, pero ya me ha quedado claro con el rechazo que no debo ir de romántica por ahí. Es más, si a algún alma cándida se le hubiera ocurrido editarla bajo ese género, mis lectores ansiosos de romanticismo al uso se hubieran llevado un chasco y me hubiera sentado aún peor.

Así que mire por donde lo mire, el rechazo me ha venido estupendo, me ha vuelto a dar ilusión y una etiqueta más que usar. Me siento algo así como «divergente», no encajas del todo en un género, pero puedes amoldarte al propio cajón: novela contemporánea. Y digo yo… ¿qué es novela contemporánea? Porque obviamente no se referirá a esa tendencia narrativa de principios del siglo pasado y si lo entendemos en el estricto sentido de la palabra, todos los escritores vivos somos contemporáneos.

Creo que le voy a coger gusto a eso de no estar catalogada en una cosa en concreto, pero… ¿Y cómo me van a encontrar? Por favor, ¿para cuándo una pestaña de «divergentes»? ¿o de rechazados de tal y tal género pero medio coincidentes con?

PD: Gracias Esther Escoriza por abrirme los ojos.

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