Los días que no son 8 de marzo.

Esta sociedad se pirra por las normas y los señalamientos. ¿Lo dudas? Yo no llevo la cuenta más que dos o tres, es imposible ya saberse la de días asignados para multitud de cosas, causas y encausamientos. Como el día de la mujer.

Ese día, el pasado 8 de marzo, nos rasgamos las vestiduras como sociedad en busca de la igualdad y la mutua convivencia de géneros. ¡Que vivan las mujeres! Alzan las voces algunos “sospechosos” de festejar otras fiestas. Claro, claro, y que vivan las flores, los gatos y los macarrones con queso. ¡Me encantan las mujeres! Dicen otros más “sospechosos” todavía. Oye, y a mí me encantan los mugs de porcelana. ¡Las mujeres son lo mejor del mundo! Bueno, bueno, ¿a estos nadie los manda callar para que no terminen de meter la pata? Lo malo es que como lo dicen con sonrisa y convencidos de que hacen el bien…

Al menos ya no se escucha tanto la tontería esa de que a la mujer había que tenerla en un altar. Es verdad, eran otros tiempos en los que uno dejaba las cosas divinas para los domingos y el resto de las cosas terrenales para uno mismo y para diario. Afortunadamente nos bajaron del altar, dejaron de adorarnos y ahora tan sólo nos vitorean.

Ciertamente nos sirve de recuerdo tener un día asignado en el que conmemorar a aquellas mujeres que un día arriesgaron su vida en su lucha por unos derechos que hoy supuestamente disfrutamos las que vinimos detrás. Pero si bien se trataba en su inicio del aspecto laboral y reivindicativo, ahora ya se ha diluido hasta ser el día de la mujer… dentro de poco, ya ni se sabrá por qué. Da igual, ¡el día de la mujer, que para eso lo merecemos! se dice. Pues mira, no lo tengo yo tan claro, sólo por el hecho de ser mujer, o sea, del género femenino de la especie humana nos damos un día de festejo discriminando así al otro género.

¡A los hombres, que ni se les ocurra! Pues si ya tienen todo el año, somos nosotras las “pobres” que… Me suena a discurso proteccionista. Necesitamos encontrar entre todos la equidad, el justo reparto, la igualdad de oportunidades y derechos, pero no ensalzar aún más las diferencias. Las celebraciones y festejos donde aunamos sentimientos y emociones deberían ser por causas a conseguir o extinguir, por logros o esperanzas, pero no por meras afirmaciones… ¿A mayor gloria de qué?

Seguimos siendo identificadas por nuestras debilidades y las noticias acerca de nuestro género se ceban en nuestras desgracias: la mujer maltratada, el embarazo no deseado, las exclusiones o las desigualdades económicas. Somos noticia por nuestros problemas, no por nuestras aportaciones.

Quizá si cambiamos el discurso y la propia imagen que las mujeres damos dentro de esta sociedad (sin por supuesto negar hechos ni mirar a otro lado) evitemos que nos sigan aplaudiendo como fenómenos de ocasión el día 8 de marzo, para volver a ser el 9 o el 13 ese problema que apartar para seguir haciendo lo mismo que esta sociedad viene haciendo… sin nosotras.