La soberbia de la educación

Cuántas cosas han cambiado ¿verdad? La tecnología, la manera de relacionarnos, la búsqueda de información, las leyes, la moda, la educación… ¡¿La educación?! Aquí me he tropezado muchas, muchísimas veces y sigo sin ver grandes avances. Sí, ya no se fuma, hay pizarras digitales, los castigos físicos y ciertas humillaciones han sido descartas como métodos correctivos, pero seguimos en un porcentaje abrumador, haciendo lo mismo, lo mismo, lo mismo, exactamente lo mismo que en el siglo pasado: meter con calzador, colador o maza la máxima información posible en las cabezas de los alumnos.

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Da lo mismo que Howard Garner en los años 80 del milenio anterior ya dijera que hay más cosas que la lengua y las matemáticas, da lo mismo que Sir Ken Robinson demuestre avances en el campo educativo con sus múltiples teorías o métodos, da igual que sigamos bajando en picado en España en calidad educativa y subamos alegremente en fracaso escolar. Da igual, mientras sigamos haciendo lo mismo que un día nos dio éxito. Sí, éxito, no podemos olvidar que España tuvo su época de gloria y hasta abastecíamos de grandes científicos al resto de Europa. No hay nada peor que tener éxito, ya se sabe.

No voy siquiera a entrar en disquisiciones sobre si la memoria repetitiva, el cálculo mental o el estudio gradual (machacante lo llamo yo, consistente en dar lo mismo al alumno, pero ampliado un poco más cada año, obviamente cambiando de viñetas y colores para que parezca materia nueva) y todas esas supuestas técnicas modernas sirven, mejoran o estimulan el  hambre; donde sí creo que debemos cambiar el foco es en el propio concepto de educación.

No puedo evitar echar una ojeada al diccionario y ver a qué nos enfrentamos y me vuelve a admirar cómo seguimos conservando las tradiciones tan al pie de la letra. ¡Para que luego digamos que estamos es una sociedad avanzada! ¿Respecto de qué o quiénes? Pues bien, sólo traeré lo que me ha llamado la atención: Educar es «dirigir, encaminar, doctrinar«. Vale, al menos lo reconocemos abiertamente, mandamos a nuestros cachorros para que los domestiquen. Seguimos: Educar es «desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.» Claro, pone lo de «etc» para evitar ruborizarse al incidir en el adoctrinamiento que llevamos a cabo educando.

De verdad, nunca se me había ocurrido mirar esta palabra en el diccionario antes, pensaba que conocía su significado. Tremendo error por mi parte. Yo que doy clases y tengo a mi cargo dos futuros ciudadanos, estaba completamente equivocada sobre mi labor docente. O sea, que precisamente aquello de lo que huyo, es lo que tendría que hacer: doctrinar, dar preceptos… Y digo yo, ¿cuál es la doctrina sobre la que educamos? Si voy corriendo a mirar los libros antes y después de esta gran crisis del sistema ¿voy a encontrar diferentes doctrinas? Y lo que es peor ¿también cambiaron el concepto después de las grandes crisis y guerras europeas del siglo pasado? Hombre por supuesto, hemos cambiado mucho: en España ya no te hacen memorizar a los Reyes Visigodos, los libros los compras todos los años con dibujos y esquemas muy currados y a las señoritas ya no les hacen aprender labores domésticas.

Estoy tonta ¡eh! y yo explicando a mis alumnos que el profesor no está para llenar sus vasos vacíos con el agua de mi jarra, sino para que descubran de qué quieren llenarlo. El próximo día, vino blanco para todos, que es el que me gusta.

Me resulta absurdo que sigamos educando para futuros profesionales no teniendo en cuenta siquiera las tendencias actuales, pues cuando estos niños y jóvenes de hoy día lleguen al mercado se encontrarán con nuevos oficios y nuevas necesidades que cubrir que el 15 de enero de 2014 no conocemos. Es más, se requieren nuevas destrezas que tenemos que desarrollar sí o sí; destrezas tan necesarias que los que estamos en activo andamos muy preocupados formándonos en escuelas de negocio punteras o en paralelo a estudios académicos universitarios o convencionales que no los contemplan, y sin embargo, seguimos sin poner remedio a estas criaturas que vienen. Me resulta tan absurdo como si pese a lo que sabemos hoy día, siguiéramos construyendo acueductos de piedra para transportar el agua. Eso sí, nos da una base…

¿De verdad nos ha ido tan bien como para seguir multiplicando nuestro modelo? A mí a veces me da hasta apuro explicar determinadas cosas en clase, no vaya a ser que se lo crean y lo que más disfruto es cuando se forma la discusión y no llegamos a conclusiones universales. Así que pienso que este sistema educativo adolece principalmente de soberbia, de pensar que lo que otros han ideado, plasmado, comprobado y expuesto anteriormente, es la Verdad Verdadera que se dice y ha de ser doctrina para los que vienen. Lo dicho: el próximo día les llevo vino blanco, eso sí, les voy a dejar elegir si lo prefieren fresquito o del tiempo.