Hablar de innovación es hablar de filosofía

Pensé que era una charla más sobre innovación, un concepto muy mal utilizado, por cierto, pero como era de la experta Rosa Ana Cremades, más que un esfuerzo por asistir, me pegué el gustazo. Y con la sensación de que llegaba tarde, por encontrarme en una sala toda a oscuras, me senté expectante. Aunque fuera debido a un incidente tecnológico (los focos LEDS necesitaban minutos para calentarse) se creó ya desde el inicio una atmósfera mágica, pues en penumbra comenzó la ponente con su voz segura y suave a hablarnos de naturaleza, de mariposas y a puntualizarnos que los 4 pasos de los que iba a hablarnos, si bien podían parecer pequeños, te llevaban a un gran destino.

Y ya dispuesta a tomar notas sobre procedimientos, requisitos, características, estrategias… me quedé embobada escuchando una charla de filosofía pura. ¿En eso consistía la innovación? Si lo llego a saber antes, me pierdo unas cuantas por el camino. No sólo fue el contenido de su mensaje, fue la sencillez con la que contaba conceptos tan complejos y abstractos como la alternancia entre la luz y la oscuridad, entre la noche y el amanecer, entre el yin y el yang y cómo cada uno de estas energías sucesivas conformaban un todo. Es decir, el ciclo de la creación, la destrucción y la recreación es lo que consideramos un proceso evolutivo.

Así que trasladados al universo del constante cambio y rendidos a la evidencia de que estamos rodeados de la dualidad entre lo que es y deja de ser, Rosana da un paso más y nos reta cuestionándonos nuestra efímera creencia en la estabilidad. ¿Acaso existe la seguridad en algo? Nada, absolutamente nada es seguro, la seguridad es un concepto irreal, es una ilusión creada por el ser humano. ¿Que qué tiene que ver esto con la innovación? Pues en realidad es la clave de todo, porque para innovar debemos partir de nuestra zona conocida, segura y protegida andando a través de la senda del conocimiento para llegar al paraje de lo inédito. Allí, en lo desconocido que aporta un nuevo valor, allí es donde se encuentra la innovación.

Venga, estoy convencida de que te ronda el mismo punto que nosotros en la sala… Y ahora ¿cómo lo hacemos? ¿cómo llegamos desde lo conocido hacia esa zona que ni siquiera al principio podemos imaginar? ¡Tachán! Hubiera estado genial que en ese momento se hubieran apagado las luces, recreando ese proceso de destrucción para encontrar de nuevo la luz. Al menos eso fue lo que pensé antes de que nos fuera desvelado ese gran secreto…

El generador no es ni más ni menos que la pregunta. ¿Otra vez aparece la pregunta? ¡Qué desilusión! Cada vez que me enfrento a un tema decisivo, su solución se aborda a través del cuestionamiento. A veces llegamos a respuestas y como las vemos claras y nos proporcionan seguridad, nos damos por satisfechos. Mas ¿qué pasaba con la seguridad?  Pues eso, que se quedan estancadas, o se mejoran, o se modernizan, pero para que de nuevo sean innovadoras, precisan más preguntas. ¿Y qué hace la filosofía si no?

Todavía estoy analizando o intentado responderme cómo esta charla rompió ciertos esquemas sobre lo que se supone debe ser una buena charla. Para empezar, sin casi ver a la ponente, todos fijamos la vista en ella. La charla duró lo que tenía previsto, cerca de dos horas y el nivel atencional apenas decayó. ¡Si ni siquiera pudimos tuitear! No hubo video con música ni imágenes impactantes, nadie salió de voluntario a prestarse para hacer algún experimento y ni tan siquiera la ponente nos bailó ni… ¡Ah, ya lo tengo! Quizá se trate de la combinación entre contenido de calidad y forma de transmitirlo… Eso será. Estamos tan mal acostumbrados…

Hoy día volver a la esencia de lo que era dar una charla sin tantos artefactos de por medio tal vez sea una forma de innovar… Ya me lo venía diciendo esto una amiga el otro día: Lau, está todo ya inventado, hasta la filosofía. Entonces ¿tan sólo vivimos en un constante innovar?