Estás con una mujer de 40 ¿eres el bombero o el otro?

Hoy me he levantado generosa con el género masculino y quiero hacerle un regalo que le servirá mucho a todo aquél que esté con una mujer que ronda o supera los 40 años. Que conste que se lo escuché a un varón en una conferencia, Julio García Ramírez, como gran lección de vida para sus congéneres y desde que hace años me encendió su charla esa alarma, no ha sido hasta hoy que he recogido testimonios suficientes para corroborar con fundamentos de pseudociencia, lo que esa mañana nos explicó en el Centro de Emprendedores de Elda.

Seguro que hay estudios y tesis (americanos, of course) que refutan o rebaten esta teoría, pero ustedes me disculparán de ello, pues yo me dedico a contar, opinar o reflexionar sobre temas, que lo de convencer lo dejo para otros cleros. La cosa en cuestión parece que preguntado a señoras y señores de diversa índole o estado civil, coinciden en reírse por la certeza o en poner caras de caer del guindo cuando esta teoría se explica.

Las mujeres no buscamos a un hombre llamado Jacks continuamente. En cada etapa de nuestra vida buscamos a diferentes hombres, o mejor dicho, buscamos cosas diferentes en los hombres. Claro, que si te quedas con uno que te dure lo suficiente como para que entre en un ciclo distinto, o cambias de tío, o lo cambias de «profesión». Y ahora veremos si estás como bombero o tu errada profesión es otra.

Parece ser que la sabia y egoísta naturaleza juega una mala pasada a las parejas superada cierta etapa. La mujer joven se rige en gustos y atracciones por sus necesidades, instintos, hormonas y demás conglomerado reproductivo de manera tal, que inconscientemente suele descartar al «bombero» y quedarse con el que aparenta buenos genes y le ayudará a construir un nido para los polluelos. Elige seguridad y protección. Es el marido perfecto, el compañero ideal, el padre perfecto. ¿Que ha tenido que renunciar al «bombero»? Si luego ve cómo le ha ido a la loca de turno que escogió al que quiso sin mirar más, se aplaude de que el suyo sea un utilitario que después de trabajar vuelva al garaje de casita y no un deportivo que vaya usted a saber en qué paseos se ha metido.

Mas cuando esa etapa está superada… Nos encontramos con una mujer vuelta a sí misma, todavía joven y con ímpetu, experiencia y despreocupada ya de crianza. Entonces sus necesidades y gustos se reorientan. ¿Quién quiere un hacedor de nidos si todos han volado ya o están a punto? ¡Qué aburrimiento de utilitario! ¡Mi vida por esta segunda juventud nada inocente y resabiada! Mira a un lado y todo es horizonte, mira al otro y… ¡oh, cielos! ¿Y ahora qué hago yo con éste? ¿Cómo le digo que ya no me pone que saque la basura o mire con ojos tiernos al niño?

Y ese hombre ya domesticado, cómodo en sus costumbres y confiado en que la falta de líbido de su mujer es para con todos los demás, de golpe y porrazo se encuentra con una mudada señora. Surgen las crisis y aquí es donde el grueso de las estadísticas hace que sea la mujer la solicitante del modelo A-350 «Separaciones ipso facto». Complicado se lo fío al hombre que decide apostar por ir corriendo al Chino a por el disfraz de bombero mientras por las noches se estudia el manual para aprobar las oposiciones, pero lo cierto es que aquel que lo consigue, cuenta que su vida de pareja cambió. Si consigue ser ese hombre que demuestra pasión, aventura y apertura por nuevas experiencias, esforzándose por conquistarla de nuevo dejándose a su vez seducir, lo felicito, no es fácil «reinventarse».

¿Y las que se quedan? Lo jodido del tema es que algunas se conforman con el utilitario, saliendo a pasear en deportivo de vez en cuando… Pero ojo, cuidado, porque los hay de profesión mutante: de día los que para unas al mirarlo de arriba abajo sólo ven barriga de mucho sofá y brazos anchos para arreglar persianas, de noche otras ven rasgos de bon vivant y porte idóneo para subirlas a los cielos. Ya saben, la noche confunde… los hace pardos…

El ponente de la charla, quizá por su condición de hombre, aconsejaba a éstos para que fueran preparándose en caso, claro está, de que desearan seguir, estar o buscar una mujer de esa estupenda edad. Yo, quizá por mi condición de mujer, aconsejo a los hombres que sean de profesión apaga fuegos, que vayan a lo que arde y a los de otros ejemplares oficios, que existe mucha mujer joven deseosa de seguridad y protección, que discurran, ¡que transiten por dios! pero que no se queden ahí parados estorbando.