El esfuerzo de lo dulce

Es un valor en alza (el esfuerzo) después de haber caído en picado tras una temporada, si estuviera en el Nasdaq o en el IBEX35, yo lo compraría a granel. Ya se ha probado en numerosas ocasiones su eficacia y además mucha gente muy esforzada cuenta sus memorias a los otros pasmados también muy esforzados, pero que aún no han conseguido resultados. ¡Ah, se sientee! pero mientras nos mantenemos ahí entretenidos y productivos.

De pequeña aprendí que hay ciertas cosas que sin esfuerzo no se consiguen… ¿Ciertas cosas? Vale, casi todo. Pero yo me estaba refiriendo a esa intensidad que casi todos tenemos en mente cuando hablo de esfuerzo: que cuesta, que lleva aplicación de medios, energía, recursos propios costosos, sacrificios a veces. A ese esfuerzo, con esa connotación de algo duro no excesivamente agradable y que si se pudiera aminorar la vida sería «mucho más mejor«.

¡Pero mira por dónde…! Había cosas en las que unos se aplicaban mucho y a mí no me costaba y encima sacaba mejores resultados. Y que sin embargo otras, en las que por mucho que yo me esforzaba e insistía, poco conseguía y encima me frustraba. ¿Mas no decían que tras el esfuerzo llegaba la recompensa?

1ª lección: el esfuerzo y el resultado no guardan una relación proporcional directa.

Después me di cuenta que era capaz de correr como un gamo los 16 metros lisos e incluso quedar vencedora ante competidores masculinos, pero pasada la raya que separaba el patio sur del norte (o sea, los 16,05 metros) que me ayudaran por favor a buscar mis higadillos antes de ponerse todos y todas las medallas y no dejarme ni el premio de consolación.

2ª lección: al corto plazo le luce el mucho esfuerzo, pudiendo ser ineficiente a largo.

Fue tal la campaña de prestigio que sufrimos los de nuestra época denominada «con tal de obtener lo que sea para irte de casa», que te echabas a la chepa joven los esfuerzos que hicieran falta para trabajar, estudiar, salir de fiesta, relacionarte… Y ahí fue donde empecé a descubrir las verdades y mentiras acerca de la naturaleza que los esfuerzos conllevan.

3ª lección: el esfuerzo sin una meta clara y deseada no sirve para nada.

Y me anticipo a los argumentos ya de sobra conocidos: no sirve para nada a tus objetivos vitales, porque lo de que todo aprovecha, ya lo sabemos. Pero ya adentrados en la edad donde puedes empezar a sopesar la experiencia propia y la que observas en los demás, es donde te llevas las grandes sorpresas.

4ª lección: hay personas que consiguen cosas sin esfuerzo.

Esto es lo que tradicionalmente se decía «Dios le da pan a quien no tiene dientes». Lo curioso del tema es que entonces esos desdentados en vez de tirar para adelante como el que más, retrocedían como el que menos… Y lo que en principio podría parecer una ventaja, al cabo de un tiempo se les volvía en contra, y si no, véase a segundas generaciones que heredan un pastel con guinda y luego no quedan ni las migajas, o estrellas del espectáculo de una sola noche (canción, película, libro, etc).

5ª lección: lo que no conlleva esfuerzo no se valora.

Ala, ya la hemos fastidiado… Aquí es donde caemos en picado en aguas turbulentas. Resulta que necesitamos a ese matasanos llamado esfuerzo para poder apreciar las cosas y si tienes la desgracia de llevar consigo un gran talento que al ponerlo en marcha te es tan grato, te cuesta tan poco hacerlo, te divierte y no lo sientes como «esforzado», que encima no le das valor… ¡Cuántas oportunidades perdidas!

Para estos casos de creencias contradictorias, siempre me inclino por la pillería: engañar a nuestro cerebro que es un pelín corto a veces y nos juega  malas pasadas. Así que a aliarnos con el enemigo toca. Intento proyectar mis mayores esfuerzos en aquello que más me llena, más habilidad tengo y mayores y mejores resultados obtengo, de manera que cuantas más connotaciones positivas tenga el concepto de esfuerzo, más engaño a mi mente para que se entrene en esforzarse y al final, a la muy cortita le produce hasta placer y todo.

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Ya sé, alguien me dirá, como yo me digo a veces: ¿y qué hacemos con lo que no nos gusta? Por favor, ved la película de Mary Poppins otra vez y escuchad la canción «Con un poco de azúcar», a mí se me abrieron los ojos a la par que los oídos. No se trata de persistir en lo no grato, se trata de «engañar», se trata de encontrar ese algo por mínimo que sea en esa tarea que sí nos gusta o somos talentosos y hacerlo con ánimo, vigor, brío y valor, que es, por cierto, una gran acepción de nuestro DRAE. Si nos hemos entrenado bien, tranquilos, le gustará, se tragará la píldora amarga con un poco de azúcar y la encontrará dulce.

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O eso, o lo que es lo mismo que decía mi abuelo Lorenzo: Hasta para divertirse, hay que esforzarse. Y a mí… a mí me encanta divertirme.

(Después de comentarios y reflexiones, este post continúa en el de «De aprobado a excelente«)