El abandonado

Y no hay nada que el otro pueda hacer… Si decide irse, me dejará aquí solo… Y aunque no se vaya, nunca seré lo más importante en su vida… y eso significará que me aleja de sí, que se distancia de mí… Así me hace sentir la herida del abandono.

Y no entiendo racionalmente cómo se me encoge algo dentro solo porque se ocupe de algo más que no soy yo. ¿Qué hace con ese tiempo que no es para estar junto a mí? Me las tendré que arreglar solo. ¡No podré sobrevivir! ¿Qué será de mí?

Como un niño desatendido me quedaré esperando que te des cuenta de mi persona. Desplegaré todas mis armas para llamar la mayor atención posible. Sé teatralizar cualquier situación, dramatizar lo cotidiano, dar largas explicaciones para acaparar miradas y tiempo. Eso sí, con voz dulce y cierto toque infantil.

Para dar más énfasis a mi persona, mis ojos serán grandes, tristes, expresivos. Tendré estatura elevada, espigada, de extremidades largas y delgadas. Mas ¡ay! preciso apoyo para sustentar todo esto, pues mis carnes están blandas y tienden a la flacidez, así que mi espalda se encorvará con gracia para colgarme de ti.

Constantemente te cogeré del brazo, de la mano, de la cintura. Precisaré contacto y llenar mi espacio. Y si no encuentro tu presencia, sentiré el impulso inconsciente de apoyarme en una pared, un respaldo, una mesa… cualquier objeto que me recuerde que necesito de otro, que yo solo no me valgo.

¿No he llamado aún suficiente la atención? No te preocupes, desplegaré un catálogo de síntomas y enfermedades raras o incurables para tener a toda la contornada apiadada y pendiente de mí. Me tendrán lástima, recibiré cuidados y mimos y como el catálogo es innumerable, entre crónicas y esporádicas me pasaré la vida anunciando mi estado de salud físico y anímico aderezado con las múltiples casuales desgracias que me acompañan allá a donde voy.

Con horror observaré que pese a dejar mis malos hábitos de queja y victimismo, y aún cuando la vida me sonría en todos los sentidos, en el fondo me acompañará un sentimiento de tristeza denso y sordo. Un día pasaré de la euforia más chispeante, al más oscuro y hondo pozo, así como esa perenne insatisfacción que impregna todo lo que hago y tengo.

Lo más terrible es que tan solo me bastarán pequeños detalles para sentirme como maleta abandonada al pie de una carretera desértica: El simple despido de alguien en una conversación porque tenga otra cosa que hacer… Una partida de casa o una vuelta a ella tras una breve estancia… Que mi pareja tenga un hobbie no compartido conmigo… Que no me halaguen por mi sobre esfuerzo… Que no me manden mensajes constantes, señales de que sigo siendo importante en la vida de alguien…

Así que con tal de no sufrir por ser abandonado disculparé situaciones que no me benefician o que me hacen sufrir de otra manera, eco de las múltiples disculpas que tuve que tragar por un progenitor pendiente de mi hermano, o demasiado ocupado trabajando, o enfermo, o ausente y asemejé la distancia a la falta de cariño.

Me volví complaciente, dependiente. Para mí si lo haces sin pedírtelo, vale el doble. Ello significa que piensas y vives para mí, tal como yo haría por ti. Cuando no me siento atendido lo reprocho sin mucha agresividad, con chantajes emocionales, pequeñas rabietas y dramas.

Y aunque coma lento y pausado y disfrute principalmente con cosas dulces y blandas, sigo conservando delgadez porque nada me es suficiente. Nunca serán suficientes las muestras de cariño, las atenciones… Y si lo son en cantidad, no lo serán en calidad, ni como yo quiero ni como yo esperaba.

Me produce mucho dolor cortar con relaciones, incluso con las insanas, donde a veces me veo justificando un desprecio, una falta de respeto, un maltrato, una mano que se alza… Me cuesta un mundo mantener relaciones estables y profundas cuando he de implicarme en exceso, pues en ello no solo va mi presente, va mi vida entera.

Estoy convencido de que no soportaré la soledad. No ya la deseada, que demando constantemente apartando a los demás de mi lado, como contrariamente evito por todos los medios que lo hagan conmigo; sino la soledad impuesta tras un dejarme, un ausentarse, un desatenderme.

Me valgo de tretas que creo te hacen sentir importante como a mí, pidiendo tu consejo (que ni lo preciso ni lo sigo), te diré siempre que sí (aunque me duela y luego transforme mi insinceridad en sacrificio), adornaré mi necesidad de constante apoyo en demandas de ayuda para que te sientas obligado en virtud de la confianza, el cariño, la amistad o el cargo que tengas respecto de mí. Haré que te escucho y me preocupo de tus cosas cuando en verdad busco pretexto para explicar las mías y volver el foco hacia mí.

Y aunque la madurez me vaya permitiendo tener experiencias que corroboren lo contrario, los varapalos de desapego cada vez hundirán más adentro el puñal de la tristeza amenazada por el yugo de la soledad.

Pero algún día sé que podré aceptar los desacuerdos de mis seres queridos y seguir conservando su cariño, sé que aunque prefiera estar acompañado, seré capaz de sentirme bien solo. Sé que puedo decir que no y dejar de complacer y dejar de soportar lo que no deseo sin temor a perder tu amor. O perdiéndolo porque escogí el mío propio. Seguiré siendo un pidón, pero sin acompañarlo de queja ni inundarme de expectativas. Estableceré relaciones por voluntad, y no por necesidad.

Podré hacer todo eso solo, aún sin apoyo… aún con felicidad… y aún sin público.

PD: Esta herida emocional se diferencia de la herida de rechazo (http://laurasegoviamiranda.com/el-rechazado/) en que en el abandono se siente que los demás se alejan y distancian para no tenerlo junto a él por algo que hace o tiene.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *