Anecdotario de profesiones inútiles, devaluadas y emergentes

Ahora llevo un nuevo registro en mi libreta y voy tachando lo que publico o desarrollo, así que el otro día haciendo limpieza me encontré con unas perlas así, sueltas, desperdigadas… Frases y comentarios escuchados en desayunos, tertulias, cafés y demás momentos oficiosos y ociosos.

«Nadie puede predecir cómo se va a mover el mercado»

Ale, fuera economistas, que conste que ya me lo sospechaba, pero el otro día lo vi claramente, tienen que reciclarse a historiadores o analistas del pasado. ¿Que alguno venía acertando en sus predicciones o tendencias? Total, qué mas da, como no los escuchamos…

«Los negocios se hacen en la vida real y no en internet»

¡Los pillé! ¡Lo sabía, lo sabía! Sabía que eso de la venta on line era un camelo. ¿Quién los ha visto alguna vez? En realidad Amazon es un macro bazar categoría extra que se esconde debajo de las ciudades como los pasillos del metro. Tú aprietas la tecla del ordenador, pero en verdad eso está conectado a una campanilla donde unos operarios lo van cogiendo de una gran cinta transportadora y lo empaquetan y tal. Luego se esperan tres días a salir a la calle para disimular y listos.

«Uno debería poder defenderse con armas cuando se trata de su familia y sus posesiones»

Ups, aquí me colé, si esto ya lo inventaron los americanos permitiendo el uso de armas a la ciudadanía… Curioso es que no dejaron de tener policías, así que más que inútil ahora veo que va en auge. Vale, entonces la pongo en la lista de profesiones en auge y más ahora que la nueva ley permite que los vigilantes de seguridad privada las porten. Que yo vi a uno entrar en el OpenCor con su pistolita a medio muslo en una funda de cuero desabrochada, doy fe.

«La actual medicina sólo sirve a los intereses farmacéuticos»

Oye, pero si estamos de urgencias no los vamos a eliminar ¿no? A mí que no me abran en canal en la trastienda de Pzifer abanicándome para que se me pase el desmayo, a mí ponedme químicos en vena y ya otro día medito sobre «no hay dolor, no hay dolor».

Tenía más perlas referidas a abogados, políticos y maestros, pero permíteme que a esos les dedique un especial para ellos solos otro día. Sigo recopilando frases que se dicen, se sienten o se sacan de contexto. Pero aún así yo presto atención especial a ver cuando alguien viene hablar de las nuevas. Los problemas es fácil verlos, pero ¿y las soluciones? ¿y esas nuevas profesiones, oficios, habilidades o actividades innovadoras y de futuro?

Y por dios, que no estén relacionadas con las máquinas que me desenchufo… Ya viene la nueva temporadita de películas que proliferan sobre Inteligencia Artificial, Ex Máquinas, Robots y esos temas que en realidad siempre tratan el mismo: nuestra preocupación de que vengan otros a quitarnos el trabajo (aunque sea el de matones) a esta nuestra sociedad que se ha vuelto vaga, descreída e insolidaria.

En realidad las profesiones, oficios o gremios las creamos para cubrir necesidades, algunas por tan evidentes ya no las vemos ni necesarias y otras por no haberlas machacado y explotado de mil formas para que otros accedan a enriquecerse decimos que son emergentes.

Para mí que olvidamos una tan básica y esencial que ya dudo de si alguna profesión la cubrió, de si en realidad fue necesaria o si se cubrió con varias profesiones y entre unos y otros, la casa sin barrer. Vivimos en la era de la acción. (Que conste que yo llamo era al tiempo que transcurre desde que tengo uso de razón y el día de hoy, 27 de febrero de 2015, porque lo demás lo sé por referencias). Que eso está muy bien, acción, movimiento… Mas, como dice la publicidad «la fuerza sin control no sirve para nada», pues bien, aquí aplicado «la acción sin razón sirve para cansarte».

Estoy hablando de eso, de la necesidad que más demanda debiera tener y que si no lo haces por ti mismo, alguien lo hará por ti. Estoy hablando de pensar, del oficio de pensador. Lamentablemente en algunas empresas existe una corriente de mala actuación correspondida y retroalimentada:

—No me pagan por pensar. (Me pagan por hacer lo que otros me dicen sin darme cuenta que si no lo pienso da lo mismo que haga de ingeniero, de probador de colchones o de jugador de Play Station, a nadie ni a mí mismo aprovecha.)

—Te pago para que pienses. (Cuando en realidad quieren decir: te pago para que pienses pero sólo en lo que yo estoy pensando, de la manera en que yo lo pienso, y cuando y donde yo diga que lo pienses).

Creo que los chavales que están dudosos de a qué estudios apuntarse deberían hacerlo a ojos ciegos a la escuela de pensar. Ésa será la profesión del mañana, lo fue de ayer y casi me atrevo a decir que donde hay presente. Y luego les diría a los que generan trabajo que contraten pensadores. Hacedores también hacen falta, por supuesto y si tienes dos por uno, mejor, ideal de la muerte, que decimos las mujeres para meternos con nosotras mismas.

Claro, cuando se habla de pensadores uno se imagina a un tipo (o tipa) sentado en una mesa despejada de obligaciones, con la mano apoyada en la barbilla, cual estatua de piedra archiconocida, mientras todos los demás a su alrededor hacen cosas, producen y sacan el trabajo adelante. Yo, con esta imagen, casi que tampoco lo contrataba.

el-pensador

Y esto me recuerda a una anécdota en mi carrera de asesora.

No puedo citar nombres, obviamente, aunque en este pueblo todo se sabe… El caso es que cierta empresa andaba necesitada de alguien con perfil de estratega para cumplir unos objetivos y detectada esa necesidad contrataron a un profesional que cumplía a la perfección ese parámetro. Esa persona, acostumbrada como estaba a pensar, se nutría todas las mañanas de sus imprescindibles herramientas de trabajo: se nutría de información, o sea, tomaba muchos cafés con la directiva, leía el periódico y hacía muchas llamadas de teléfono. Y luego conversaba con más o menos tino con esa directiva.

Pronto empezó a levantar suspicacias entre sus compañeros, pues veían con malos ojos que este tipo «no hiciera nada», mientras que ellos se la pasaban yendo en coche de acá para allá, tecleando el ordenador, discutiendo con proveedores, etc, etc…

Se generó tanta intriga palaciega que hasta el mismo empresario empezó a desconfiar del trabajo que desempeñaba y que él mismo había contratado. Para pensar ya estaba él, se ve que concluyó un día de alto ego, así que empezó a exigirle acciones, movimientos, resultados tangibles y… el pensador dejó de pensar en estrategias para pensar en cómo salvar su culo. Empezó a hacer cosas sin pensar y mira tú por dónde, sin querer se vio en el sitio menos pensado.

No tengo moraleja colectiva, no me gustan, pero sí extraje un aprendizaje propio: procuro desde entonces hacer tangible lo intangible, por ejemplo, plasmar por escrito lo que pienso.

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